Volver a Artículos
Volver a Artículos

El oráculo de Nahúm y la queja de Habacuc

¿Cómo utiliza Dios el mal para destruir el mal?

El Rollo de los doce, o lo que en la tradición cristiana se conoce como los “profetas menores”, no fueron escritos con la intención de ser leídos de forma aislada, sino como un todo unificado. Las conexiones literarias dentro del texto de los diferentes libros proféticos (o mejor dicho, “capítulos”) sirven para entrelazar esta antología. Es muy importante recordar que ninguno de estos profetas es independiente de los demás, así que cuando leas [Nahúm] y [Habacuc], todas las imágenes del resto de los profetas menores estará resonando en tu mente.

Encontrarás las imágenes cósmicas de Joel sobre el Día del Señor, el día final en que Dios derrotará al mal humano de una vez por todas. También está el libro de Miqueas, que se escribió antes que Joel y que se centra en el juicio de Israel a manos de Asiria, pero donde también se menciona la eventual caída de Asiria y Judá a manos de los babilonios. Las conexiones entre todos estos profetas son numerosas, pero hoy nos ocupamos de la interacción entre dos libros clave del Rollo de los doce: Nahúm y Habacuc. Vamos a explorar cómo Dios utiliza estos mensajes proféticos para invitarnos a una conversación sobre cómo Dios utiliza realmente el mal para destruir el mal, y qué debemos pensar nosotros, como seres humanos, de estos métodos que algunos podrían calificar de extremos.

El oráculo de Nahúm: Asiria, Dios viene por ti

Nahúm 1:1 dice:

“Oráculo sobre Nínive, libro de la visión de Nahúm de Elcos” (Nahúm 1:1).

Esta es, en realidad, la única pista obvia que se le da al lector de que está leyendo sobre la caída de Asiria en todo el primer capítulo de Nahúm, ya que ni Asiria ni Nínive se mencionan de nuevo.

Sin embargo, Nahúm 1:3 ofrece una pista sobre el mensaje de su oráculo al utilizar parte de la misma cita de Éxodo 34:6 que encontramos dos veces en el libro de Joel: “El Señor es lento para la ira (Joel 2:13) y grande en poder, y el Señor de ninguna manera dejará sin castigo al culpable” (Joel 3:21). En el libro de Joel, estas líneas se refieren al tiempo (el día o el momento) en que Dios ejecutará su justicia sobre todas las naciones. El hecho de que Nahúm comience con estas mismas palabras deja claro que se trata del mismo tema: el juicio divino sobre Nínive, la capital del antiguo imperio asirio. Sin embargo, esto no se trata solo de historia antigua. Nahúm ve la ruina que enfrenta Nínive como una expresión localizada del juicio futuro de todas las naciones corruptas.

Aunque el libro comienza con una inscripción que indica que su enfoque está en Nínive, la forma en que está estructurado lo hace encajar en los Doce y abre su alcance para abarcar más de una nación (¡como la mayoría de los profetas!).

Nahúm continúa explorando la violenta caída de Asiria, Nínive, y la destrucción y muerte de sus habitantes. Concluye diciendo:

“No hay remedio para tu quebranto, tu herida es incurable. Todos los que oigan noticias de ti batirán palmas sobre ti, porque ¿sobre quién no pasó constantemente tu maldad?” (Nahúm 3:19).

Asiria recibió lo que se merecía. Construyó su imperio a base de destrucción, asesinato y opresión de otros pueblos, y ese es precisamente el destino que sufre a manos de los babilonios. Pero esto plantea una nueva pregunta: ¿Es realmente justo y equitativo que Dios utilice un imperio malvado (Babilonia) para derrocar a otro (Nínive)? Esta legítima pregunta es abordada por el libro de Habacuc.

La queja de Habacuc

¿Acaso Dios no iba a poner fin al ciclo de violencia, en lugar de perpetuarlo?

Habacuc es un profeta único, ya que no centra su atención en hablarle a Judá, sino que habla sobre Judá, a través de un diálogo poético con el mismísimo Yahweh. Habacuc vivió en Judá, el reino del sur, antes de la destrucción de Jerusalén por los babilonios. No es ajeno a la infidelidad que Judá ha mostrado hacia el pacto, pero este no es el único foco de atención de Habacuc. En lugar de hablar en contra de Judá, cuestiona los métodos y el momento que Dios eligió. Quiere saber cuándo y cómo Dios va a juzgar a Judá. Dios le da una respuesta y no le gusta.

“Porque voy a levantar a los caldeos, pueblo feroz e impetuoso, que marcha por la anchura de la tierra para apoderarse de moradas ajenas. Imponente y temible es; de él mismo proceden su justicia y su grandeza” (Habacuc 1:6-7).

Habacuc pensaba que Dios iba a poner fin a la injusticia, no a levantar a otro pueblo que construiría todo su imperio sobre la injusticia.

Babilonia fue traída contra Asiria y ahora está siendo utilizada para ir en contra de Judá. Es precisamente por eso que Habacuc ha sido colocado después de Nahúm. Aunque Habacuc acepta el hecho de que Dios juzgará a los culpables, ¡los babilonios son aún peores que Asiria o Judá! El escenario estaba listo para que Habacuc presentara su queja principal ante Yahweh (una que todos podríamos comprender).

“Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué miras con agrado a los que proceden pérfidamente, y guardas silencio cuando el impío devora al que es más justo que él?”(Habacuc 1:13).

Te dijimos que Habacuc exigiría una respuesta y eso es exactamente lo que hace. Al comienzo del capítulo 2, Habacuc se describe a sí mismo como un centinela en su puesto en la torre de vigilancia, esperando alerta la respuesta de Dios. Dios responde y le dice a Habacuc que escriba una visión sobre un tiempo señalado en el que Dios llevará a cabo su juicio contra Babilonia. Pero no solo contra Babilonia. Al igual que Nahúm, Joel y los demás profetas, Habacuc utiliza un lenguaje cósmico que va más allá de Babilonia, o incluso de una nación, y se enfrenta a las prácticas nefastas compartidas por todas las naciones malvadas. Incluso la conclusión esperanzadora con la que Habacuc termina el capítulo 3 utiliza un lenguaje específico que recuerda al faraón y al Éxodo (así como imágenes de Miqueas 1, Nahúm 1 y Éxodo 19:20).

Para Habacuc, Babilonia es un arquetipo, casi un símbolo, de las naciones malvadas. Su violencia en el mundo de Dios plantea la pregunta: ¿Dios les pedirá que rindan cuentas? Aprendimos de los profetas anteriores que la respuesta es sí, pero en lugar de hacer llover la justicia divina desde el cielo, utiliza a otras naciones como instrumentos para sus propósitos. Recordemos Isaías 10:5:

“¡Ay de Asiria, vara de Mi ira y báculo en cuyas manos está Mi indignación!”.

Sabemos por el destino de Asiria que Dios no aprueba las acciones de estas naciones. Dios las juzgará conforme a sus obras, aunque de alguna manera las utilice.

¿Algún día romperá Dios este ciclo de violencia?

Hoy, tenemos la desafortunada ventaja de ver cómo este ciclo continúa varios siglos después. Sabemos, al igual que los profetas hebreos, que Dios utilizó a Asiria para juzgar a Israel, a Babilonia para juzgar a Asiria (y a Judá) y, más tarde, a Persia para juzgar a Babilonia. También sabemos por la historia posterior que los macedonios derrocaron a Persia y, a su vez, Roma derrocó a los macedonios. Si investigas la historia más reciente, verás el mismo proceso en acción en nuestro contexto político global, tal como lo vieron los profetas.

Tenemos otra ventaja también. Sabemos que el Rey mesiánico de la línea de David (al que todos los profetas señalaban) realmente ha venido en Jesús de Nazaret. Sabemos que derrotó el poder del mal y de la muerte que dominaba a la humanidad. Lo hizo permitiendo que el mal de la humanidad lo derrotara para poder vencer a la muerte en su resurrección. Jesús resucitado puso fin al ciclo de violencia al traer su reino no violento y vencer nuestra violencia con su amor abnegado. A pesar de que hoy en día sigue habiendo tanto mal en el mundo, debemos aferrarnos a la misma esperanza de los profetas hebreos: Dios está obrando para llevar a cabo sus planes redentores. Tenemos el gran privilegio de conocer el nombre del juez misericordioso del mundo: Jesús, el Mesías que reina como Rey y que un día volverá para terminar la obra que comenzó en la cruz.

Elige un idioma de preferencia.