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Jesus on God's Forgiveness (The Meaning of Matthew 6:14-15)

Jesús habla sobre el perdón de Dios (El significado de Mateo 6:14-15)

¿Tengo que perdonar a todo el mundo para que Dios me perdone?

En Mateo 6:14-15, Jesús dice: “Porque si ustedes perdonan a los demás sus transgresiones, su Padre que está en los cielos también los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco su Padre perdonará sus transgresiones” (traducción de BibleProject). Perdonar a la persona que chocó accidentalmente con nosotros o al cliente maleducado que nos increpó puede resultar fácil. Pero ¿qué pasa con quienes nos han causado heridas devastadoras: el amigo que nos traicionó, el cónyuge que nos engañó, el padre que abusó, el conductor ebrio que mató, el asaltante que atacó?

En base a las palabras de Jesús, podría parecer que Dios se niega a perdonarnos hasta que nosotros perdonemos a los que nos han hecho un daño profundo. Pero, ¿es eso lo que dice Jesús? ¿Acaso Jesús está sugiriendo que Dios se niega a perdonar en algunos casos? La respuesta corta es no. Y un examen más cuidadoso de las palabras de Jesús en su contexto nos ayudará a descubrir la respuesta más larga: que afrontar las relaciones desde una postura carente de perdón sugiere que aún no nos hemos abierto a recibir y experimentar el perdón de Dios.

Perdonar requiere un reconocimiento honesto de nuestros sentimientos más profundos. Y es un proceso que lleva tiempo. Dios no pretende que perdonemos de inmediato a las personas que hacen pedazos nuestro mundo. Pero sabe que el perdón es un ingrediente clave para la verdadera sanidad. Cuando perdonamos, nos liberamos del poder paralizante del resentimiento y abrimos la puerta a la posibilidad de reparar la relación.

El siervo despiadado

Jesús tiene como objetivo crear una nueva forma de relacionarse que procure la sanidad, llamando la atención sobre el modo en que las ofensas rompen las relaciones y amenazan la vida de la comunidad. Para ilustrar esto, utiliza una metáfora que se encuentra en el Antiguo Testamento, la del pecado como una deuda que hay que pagar.

En Mateo 18:23-35, Jesús explica cómo es el Reino de Dios contando la historia de un siervo que debe a su rey algo así como 60 millones de días de trabajo1. Como el siervo no tiene forma de pagar esta suma imposible, el rey ordena que él y su familia sean vendidos como esclavos por deuda. Pero cuando el siervo suplica que le conceda más tiempo, el rey muestra una gran compasión. En lugar de limitarse a acceder a la petición del siervo de prorrogar el préstamo, lo cancela por completo.

Ningún rey propiamente dicho perdonaría una deuda tan enorme, ni siquiera permitiría que su siervo se endeudara tanto. Jesús retrata esta imagen exagerada para lograr un efecto retórico, para despertar nuestra imaginación sobre lo que sentiríamos al vernos liberados del aplastante peso de una deuda tan impagable.

Lo esperable sería que la extravagante compasión del rey cambiara el corazón del siervo, de modo que también expresara compasión por los demás. Debería celebrar su buena fortuna e invitar a los demás a compartirla. Pero enseguida, cuando el siervo se encuentra con alguien que solo le debe el salario de cien días2, ignora sus súplicas de clemencia y lo manda a encarcelar sin compasión. El corazón del siervo permanece intacto y mezquino, a pesar del asombroso perdón del rey. A continuación, el rey reprende al siervo por no haber expresado la misma compasión que acababa de recibir.

La cancelación de deudas

A nosotros nos pasa lo mismo, explica Jesús. Todos contribuimos a la corrupción de la creación de Dios, así que cada uno de nosotros tiene una deuda inconmensurable por los daños causados. Así lo dice el autor ruso Aleksandr Solzhenitsyn, que experimentó el encarcelamiento por disidencia política: "La línea que divide el bien y el mal atraviesa el corazón de todo ser humano"3. Nadie puede alegar inocencia pura ni acusar a los demás de ser puramente malvados. En este mundo todos tenemos un poco de todo, todos hacemos daño y todos sufrimos daño. Pero, con gran misericordia, Dios fija su mirada compasiva sobre nosotros y cancela las deudas que contraemos con generosidad. Dios no ignora de forma pasiva ni pasa por alto a ciegas nuestras ofensas, pero tampoco nos las echa en cara. Nuestra palabra “perdonar" procede del verbo griego aphiemi, que significa "soltar". Retener algo en contra de otra persona es no perdonar; soltarlo es perdonar. Por su profundo amor por nosotros, Dios suelta o deja ir nuestras ofensas. Como dice el teólogo Miroslav Volf, "perdonar es condenar la falta, pero perdonar al que la comete"4.

Así como Jesús nos libera de la suma imposible de nuestras deudas, nos invita a permitir que la compasión de Dios ablande nuestros corazones hacia quienes nos han ofendido, y a liberarlos de las deudas que tienen con nosotros. Solo entonces podremos empezar a sanar las fracturas que nos desgarran tanto a nosotros como a nuestras comunidades.

Los resultados del perdón (y de la falta de perdón)

Jesús nos llama a perdonar no solo por la salud de nuestra comunidad, sino también por nuestro propio beneficio. Cuando la falta de perdón echa raíces, produce resentimiento. Y como dice el viejo refrán, "el resentimiento es como beber veneno y esperar que la otra persona muera". Podemos pensar que el resentimiento funciona como un arma para protegernos de nuestro enemigo, pero en lugar de eso nos termina destruyendo. Cuando brota el resentimiento, nos atrapa rápidamente y al final nos encarcela en una celda de amargura. Atrapados y atormentados, ya no podemos experimentar el amor y la luz de las relaciones sanas.

Investigaciones recientes demuestran que la falta de perdón también puede afectar negativamente nuestra salud física. Aumenta nuestras respuestas fisiológicas al estrés, la frecuencia cardiaca y la tensión arterial, lo cual puede provocar problemas de salud a largo plazo. Además,puede contribuir a la depresión y afectar el sueño5. Cuando alguien nos hace daño, la elección de perdonar nos libera del poder que esa persona ejerce sobre nosotros. El perdón nos libera de nuestra jaula de amargura y calma nuestra mente y nuestro cuerpo. Al igual que al respirar, “inhalamos” para poder recibir el perdón de Dios y beneficiarnos de él, al mismo tiempo que “exhalamos” y nos acostumbramos a soltar perdón.

A veces podemos elegir perdonar rápidamente y dejar atrás una ofensa de una vez por todas. Otras veces, puede que tengamos que luchar con Dios hasta que estemos preparados (o seamos capaces) de perdonar. Y la libertad puede implicar un largo proceso de soltar una y otra vez, mientras Dios sana nuestras heridas poco a poco. También podemos descubrir que no siempre somos capaces de perdonar solos. Puede que necesitemos un mentor de confianza, un grupo de amigos o un consejero que nos ayude a elaborar el dolor.

Pero, cuanto más practicamos el perdón, más se convierte en una forma de vida, que tiene un impacto en todas nuestras relaciones. Nos volvemos más comprensivos cuando la gente nos corta el paso en el tráfico, y nos preguntamos si habrán tenido un día difícil, en lugar de ponernos furiosos al volante. Somos más pacientes con nuestros hijos, afrontando sus malos comportamientos sin condenarlos duramente. Somos menos reactivos con nuestros amigos y compañeros de trabajo, rara vez nos ofendemos y resolvemos los conflictos con calma. Somos capaces de aceptar a las personas con todos sus defectos y fallos, reconociendo que, en palabras del abogado y activista Bryan Stevenson, "Cada uno de nosotros es más que la peor cosa que hayamos hecho"6. Y cada persona con la que nos encontramos es una criatura milagrosa de valor inestimable, creada a imagen de Dios y capaz de actuar de forma vivificante.

Convertirnos en personas que perdonan nos permite movernos por un mundo lleno de heridas relacionales con libertad y gozo. Y nos capacita para seguir el camino de Jesús sanando el mundo que nos rodea.

En busca de una reconciliación genuina

Pero el perdón no deriva en reconciliación automáticamente. Para las ofensas graves, la verdadera reconciliación requiere que el perdón sea ofrecido y que sea recibido por el ofensor. Recibir el perdón implica reconocer la maldad y trabajar para reparar lo que se ha roto.

No abordar adecuadamente el comportamiento es como intentar sanar una herida de bala con una gasa. La venda puede ocultar cosas e incluso ofrecer cierta protección, pero no puede sanar de verdad y probablemente dejará la herida vulnerable a posibles infecciones. Del mismo modo, procurar la reconciliación sin transformación solo ocultará el daño, permitiendo que se infecte. Se produce una gangrena relacional, y muy pronto amigos, familiares y vecinos serán amputados. La restauración genuina es imposible cuando simplemente intentamos "pasar página" sin abordar adecuadamente la ofensa. Esta reconciliación barata niega la verdad, declarando: "'Paz, paz’", cuando no hay paz7.

Jesús aborda esta cuestión en Mateo 18:15, diciendo: "Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano" (NBLA)8. En otras palabras, nos anima a confrontar a las personas con amor cuando nos causan un daño importante. Se trata de un acto de amor. Si reconocen la ofensa y se esfuerzan por cambiar su comportamiento, la relación estará en vías de restauración.

Pero Jesús continúa diciendo que, si no escuchan, debemos incluir en la conversación a una o dos personas más de confianza. Si siguen sin inmutarse, entonces debemos implicar a la comunidad en general. Y si el infractor se niega rotundamente a abordar el comportamiento, entonces debemos tratarlo como a un “gentil" o un "recaudador de impuestos"9. Al principio, podría parecer que Jesús está fomentando algún tipo de disciplina o exclusión. Pero el propio Jesús ama y cuida sistemáticamente a los gentiles y a los recaudadores de impuestos, participando con ellos en la comunión de la mesa. No está hablando de echar a la gente, sino del tipo de perdón que él mismo les ofrece. Se acerca e invita a todas las personas con amor y con el deseo de entablar una buena relación y perdonar sus ofensas.

Cuando las personas que nos hieren profundamente se niegan a reconocer sus acciones o el impacto de su comportamiento, puede que ya no confiemos en que podamos ser vulnerables con ellas. Pero, siguiendo el ejemplo de Jesús, aún podemos perdonarlos y seguir mostrándoles amor, con la esperanza de que un día sea posible la verdadera restauración.

Dios quiere renovación, no destrucción

Nuestra primera reacción cuando alguien nos hace daño suele ser tomar represalias o exigir justicia, en lugar de procurar el duro trabajo del perdón. Al fin y al cabo, Dios es justo y ama la justicia. Pero recuerda que la justicia de Dios se manifiesta más plenamente en la cruz. Cuando Jesús perdona, no está haciendo algo injusto; el perdón y la justicia nunca se oponen cuando están impulsados por el amor. Volf observa que “la ejecución consecuente de la justicia causaría estragos en un mundo plagado de transgresiones. Puede librar al mundo del mal, pero a costa de su propia destrucción”10. Y la obra de Dios consiste en la renovación del mundo, no en su destrucción.

Por eso Jesús nos llama a procurar la restauración mediante el perdón. "Perdonar no significa condonar lo que se ha hecho –explica el teólogo sudafricano Desmond Tutu–; significa tomar en serio lo ocurrido y no minimizarlo; sacar el aguijón del recuerdo que amenaza con envenenar toda nuestra existencia"11.

Cuando practicamos el perdón, permitimos que el Espíritu de Dios nos limpie del poder tóxico del resentimiento. Encontramos nueva fuerza y sanidad. Y participamos junto con Dios en la creación y restauración de comunidades vibrantes, pacíficas, íntimamente conectadas y arraigadas en el amor real.

Notas y aclaración

Desafortunadamente, algunos de los títulos que encontrarás a continuación todavía no han sido traducidos al español. Te los dejamos como sugerencia en caso que leas en inglés o desees tenerlos en cuenta por si algún día son traducidos.



  1. Véase Craig S. Keener, IVP Bible Background Commentary: New Testament IVP Bible Background Commentary: Nuevo Testamento (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2014), 92.
  2. Véase Keener, IVP Bible Background Commentary, 92.
  3. Aleksandr I. Solzhenitsyn, The Gulag Archipelago 1918–1956: An Experiment in Literary Investigation I–II El Archipiélago Gulag 1918-1956: Un experimento de investigación literaria I-II, trad. Thomas P. Whitney (Nueva York: Harper & Row, 1974), 168.
  4. Miroslav Volf, Free of Charge: Giving and Forgiving in a Culture Stripped of Grace Gratis: Dar y perdonar en una cultura despojada de la gracia (Grand Rapids: Zondervan, 2005), 141.
  5. Véase además Loren Toussaint, Everett Worthington y David R. Williams, eds., Forgiveness and Health: Scientific Evidence and Theories Relating Forgiveness to Better Health Perdón y salud: Pruebas científicas y teorías que relacionan el perdón con una mejor salud (Nueva York: Springer, 2015).
  6. Bryan Stevenson, Just Mercy: A Story of Justice and Redemption Únicamente misericordia: Una historia de justicia y redención (Nueva York: Spiegel & Grau, 2014), 17-18.
  7. Jeremías 6:14, NBLA.
  8. NBLA. Algunos de los manuscritos más antiguos no contienen “contra ti”, pero muchos intérpretes lo consideran original del versículo.
  9. Mateo 18:16-17.
  10. Volf, Free of Charge Libre de cargos, 160.
  11. Desmond Tutu, No Future Without Forgiveness No hay futuro sin perdón (Nueva York: Doubleday, 1999), 271.
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