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Si Dios endureció el corazón del faraón, ¿fue Dios el que causó el mal?

Si Dios endureció el corazón del faraón, ¿fue Dios el que causó el mal?

Explorando el épico enfrentamiento en la historia del Éxodo

Seamos sinceros, Éxodo 1-18 es una parte superintensa de la historia bíblica que plantea algunas cuestiones teológicas de gran envergadura. El épico enfrentamiento entre Dios y el faraón por el destino de los israelitas esclavizados es apasionante. El faraón es un hombre realmente malo; de hecho, es la peor persona que hemos conocido en la Biblia hasta entonces. Al leer estas historias, puede que te sientas tentado a preguntarte: ¿quién tiene realmente la última palabra aquí? ¿Es Dios? Si es así, ¿por qué permite esto? ¿Y por qué este enfrentamiento se vuelve tan violento e intenso? Si quieres conocer el contexto de este debate, puedes ver la Parte 1 de nuestro video sobre Éxodo.

Faraón como título

En Éxodo, faraón no es un solo rey. Si prestas atención, verás que este título real se refiere a una secuencia de reyes egipcios a lo largo de muchas generaciones. Esto plantea una interesante pregunta: ¿por qué el autor no nombra cuál fue el faraón que se opuso a Moisés (fue Tutmosis II o III, o Ramsés I o II)? Es casi seguro que fue a propósito. El autor no quiere que nos enfoquemos en un solo rey. Más bien quiere que veamos al faraón como un arquetipo del patrón de la rebelión humana que comenzó en el jardín y culminó en Babilonia (Génesis 3-11). Este rey, o secuencia de reyes, es el ejemplo perfecto de la maldad humana. Encarna el extraño y trágico vuelco que puede dar el corazón humano cuando una persona o sociedad antepone sus propios valores y bienestar a los de otra persona o sociedad. El faraón es lo que sucede cuando toda una nación redefine el bien y el mal al margen de la sabiduría de Dios. Se obtiene un Egipto que construye su riqueza y seguridad sobre las espaldas de un Israel maltratado, oprimido y esclavizado. A medida que se desarrolla la historia, el faraón incluso pone su propia reputación y orgullo por encima del bienestar de su propio pueblo. Esta situación es espantosa y constituye el diagnóstico bíblico de la condición humana en términos colectivos. El imperio egipcio y su faraón son la Babilonia del capítulo 11 de Génesis en esteroides. Dios tiene que responder.

El mal al revés

Una pregunta habitual de los lectores sobre esta historia se refiere al tema repetido del “corazón endurecido” del faraón. A veces se nos dice que el faraón endurece su corazón contra Dios, pero otras veces leemos que es Dios quien le endurece el corazón. ¿Quién es el verdadero responsable detrás de todo este mal? ¿Y qué nos dice esta historia sobre la relación de Dios con el mal en otros momentos de la historia, o en nuestras propias vidas?

Para responder a esta pregunta hay que tener paciencia y leer la historia despacio y en secuencia. De lo contrario, provocarás un cortocircuito en la experiencia que el autor quiere que vivas. Cuando Moisés recibe su mandato (Éxodo 3-6), primero Dios dice que “sabe” que el faraón se resistirá a la exigencia de dejar ir a los israelitas (Éxodo 3:19-20), y por eso él mismo le endurecerá el corazón (Éxodo 4:21 y 7:3). Dios conoce el corazón de los seres humanos y puede anticipar sus respuestas; ese es un pensamiento serio que se repite en toda la Biblia (véase Jeremías 17:10). Dios hará recaer la maldad del faraón sobre su propia cabeza, pero, ¿acaso eso significa que Dios es responsable de la rebelión del faraón de principio a fin? Hay que seguir leyendo con mucha atención.

Endurecimiento de corazones

En el primer encuentro entre Moisés y el faraón (Éxodo 7:13-14), el corazón del faraón “se endureció”. Ahora prepárate para convertirte en un nerd bíblico, porque la cuestión se pone interesante. El verbo hebreo “se endureció” (pronunciado jazaq) no es un verbo pasivo ni indica quién inicia la acción (es un verbo “estativo”, es decir, no nos dice si la causa es el faraón o Dios). Las traducciones al español logran transmitir correctamente esta ambigüedad, que parece ser intencional. A medida que seguimos leyendo, nos damos cuenta de que surge un patrón fascinante. En las primeras cinco plagas que Dios envía sobre Egipto, el endurecimiento del corazón del faraón ocurre por su propia voluntad, o es de nuevo ambiguo, tal como vimos en la escena inicial. En las últimas cinco plagas, el patrón cambia.

Las diez plagas y el corazón del faraón

  1. La sangre: El corazón del faraón “se endureció” (7:22)
  2. Ranas: El faraón “endureció su propio corazón” (8:15)
  3. Piojos: El corazón del faraón “se endureció” (8:19)
  4. Moscas: “El faraón endureció su propio corazón” (8:32)
  5. Muerte del ganado: El corazón del faraón “se endureció” (9:7)
  6. Úlceras: “El Señor endureció el corazón del faraón” (9:12)
  7. Granizo: El faraón “endureció su propio corazón” (9:34)
  8. Langostas: Dios anuncia que él ha “endurecido el corazón del faraón” (10:1, 10:20)
  9. Tinieblas: Dios “endureció el corazón del faraón” (10:27)
  10. Muerte de los primogénitos: Dios “endureció el corazón del faraón” (11:10)

Aquí podemos sacar varias conclusiones. En primer lugar, en las plagas 6-10 oímos cuatro veces que Dios ha endurecido el corazón del faraón. ¿Puedes ver cómo esto es un cambio distintivo con respecto a las plagas 1-5? En esos relatos, se dice explícitamente que el faraón endureció su propio corazón (plagas 2 y 4), o la fuente del endurecimiento era ambigua (plagas 1, 3 y 5). Curiosamente, en la séptima plaga del granizo, primero vemos al faraón endurecer su propio corazón (Éxodo 9:34), pero después el narrador utiliza el verbo ambiguo “se endureció” para describirlo. Esto significa que todos los demás usos del verbo ambiguo (plagas 1, 3 y 5) no implican que Dios endureció el corazón del faraón, ¡sino todo lo contrario!

El punto

¿Por qué el autor utiliza esta técnica de idas y venidas al describir el corazón del faraón? Todo forma parte del brillante diagnóstico de la condición humana en esta historia, que se ocupa de la misteriosa naturaleza de la maldad humana. Dios llamó al faraón para que se humillara y reconociera que Dios es su autoridad y que no puede redefinir el bien y el mal en términos egipcios. La respuesta del faraón (véase Éxodo 5:1-2) es rechazar al Dios de Israel. Después de esto, Dios da al faraón cinco oportunidades para que se arrepienta y se humille. Y cinco veces el faraón endurece su corazón. El autor quiere que veamos que incluso las formas más atroces y absurdas de maldad humana no son una verdadera amenaza para los propósitos de Dios. Él puede encauzar incluso este tipo de maldad hacia su plan para bendecir a toda la humanidad a través de la familia de Abraham.

El clímax

En última instancia, independientemente de si fue Dios o el faraón, al final de las diez plagas el faraón quiere que los israelitas se vayan. Tras perder a su propio hijo, el faraón libera a los israelitas. Como era de esperar, el faraón vuelve a cambiar de opinión y se retracta de su decisión de dejar ir a los israelitas (Éxodo 14:5). El faraón reúne a su ejército y Dios “endurece su corazón” (Éxodo 14:8). Sabemos cómo termina esta historia. El malvado corazón del faraón se vuelve en su propia contra, provocando una catástrofe en todo el imperio.

La respuesta de Romanos 9

Romanos 9 es la referencia más extensa hecha por Pablo sobre el Éxodo en el Nuevo Testamento. Muchos señalan este capítulo para decir que, en última instancia, Dios estaba detrás de la maldad del faraón desde el principio. Pablo escribe:

“Así que Dios tiene misericordia del que quiere, y al que quiere endurece." (Romanos 9:18)

En el corazón endurecido del faraón, Pablo ve un modelo que seguía actuando en sus días, es decir, el rechazo de Jesús el Mesías por parte de muchos de los suyos, el pueblo judío. En este pasaje, Pablo no ofrece un comentario sobre el complicado tema del corazón endurecido del faraón, ni afirma que Dios fuera el único responsable. Está resumiendo el punto principal del diagnóstico de la historia del Éxodo sobre la maldad del faraón (el propósito de Dios de bendecir no puede ser frustrado por la atroz maldad humana) y aplicándolo a una aparente tragedia de su propia época. En realidad, la ejecución de Jesús formaba parte del plan de Dios para bendecir a todas las naciones. Pablo explora la justicia y la misericordia de Dios. El hecho de que Dios pueda dirigir el mal hacia sus propósitos no significa que lo haya diseñado. El faraón es responsable de su propia maldad, al igual que los hermanos de José. Sin embargo, no hay fuerza de maldad humana que pueda resistir el propósito de Dios de llevar salvación y bendición a todas las naciones.

¿Qué significado tuvo esto para el faraón y qué significa para mí?

Cuando la maldad humana no tiene control, suceden cosas malas y las personas malas a veces pueden convertirse en monstruos. El autor de Éxodo nos muestra que el faraón era responsable de la maldad de su propio corazón. En un punto claro de la historia (después de la plaga 5), cruzó un punto sin retorno. En ese momento, Dios reutiliza esa “vasija” (como dice Pablo en Romanos 9) para sus propios buenos propósitos. El objetivo de la historia no es decirnos que Dios es un ingeniero del mal. Es más bien una advertencia para el lector, que le dice: “¡No seas como el faraón!” Cosas extrañas suceden en el corazón y la mente humana cuando dejamos que los impulsos malignos de nuestra naturaleza quebrantada se desaten sin control. Dios en su gracia siempre nos ofrecerá oportunidades de dar marcha atrás (¡¿tú le habrías dado tantas oportunidades al faraón?!) Pero a veces una persona puede cimentarse en un camino destructivo y llegar a un punto sin retorno. Dios puede permitir que nuestra maldad nos destruya y a veces lo hace. Pero… la buena noticia es que, si esa última frase te asusta, ¡tú no eres el faraón! El hecho de que te estés haciendo esta pregunta tan seria significa que tu corazón es blando y quiere hacer lo correcto. A medida que avanzamos en el resto de la historia bíblica, verás cómo se desarrolla este tema del corazón duro frente al blando. Por ahora, reflexionemos sobre la misteriosa justicia y misericordia de Dios, que quiere salvarnos de nosotros mismos.

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