El libro de 2 Samuel ilustra la virtud de la humildad, la capacidad destructiva del orgullo y la fidelidad de la promesa de Dios. David tuvo gran éxito y fracasó de forma colosal, pero también vemos la fidelidad continua de Dios a su promesa de un futuro rey del linaje de David.
El ascenso y la caída de David
Después de la muerte de Saúl, David unifica a las doce tribus como su rey. En su nueva capital de Jerusalén, David desea construir una casa para Dios. Pero, en respuesta, Dios promete construirle a David una casa eterna a través de un rey de su linaje. Se trata de un momento clave en el libro de 2 Samuel y en las Escrituras hebreas, que anuncia la llegada de un rey mesiánico que vendrá a cumplir la promesa que le fue dada a David y a Abraham de bendecir a todas las naciones.
Sin embargo, pronto descubrimos que David no es el rey prometido. Después de fracasar espectacularmente, el reino se viene abajo lentamente. Los últimos capítulos de 2 Samuel destacan momentos de la debilidad de David mientras prometen otro rey que llegará a cumplir los buenos propósitos de Dios.