¿Alguna vez has sido víctima de un acosador o de como dicen algunos de un "bully"? Los acosadores menosprecian y maltratan a otras personas en el patio de recreo, en el lugar de trabajo (o en cualquier lugar). Tal vez has experimentado un acoso poderoso: la fuerza coercitiva de gobiernos o sistemas sociales injustos que nos usan para su propio beneficio.
Sin duda nos gustaría vivir en un mundo libre de hostigadores y de los traumas que causan, pero los acosadores siguen estando aquí. Los acosadores del patio de recreo y las estructuras de poder opresivas siempre están listos para tratar a las personas como si fueran objetos, culpar y dañar a los demás para tomar ventaja. Entonces, ¿cómo respondemos a los acosadores de todo tipo?
Nuestro instinto de supervivencia generalmente genera dos respuestas.
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Rendirse o ceder. Nos rendimos o nos adaptamos a los deseos de los acosadores para que la vida sea lo más tranquila posible.
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Estallamos y contraatacamos. Contraatacamos y hacemos que los acosadores paguen por todo el sufrimiento que han causado.
Muchos han experimentado las reacciones naturales de "lucha o huida". Pero, ¿qué pasaría si nuestra respuesta estuviera basada en el amor y la sabiduría, en una opción totalmente diferente?
Jesús de Nazaret vivió bajo la brutal opresión romana durante el primer siglo e.c. no enseñó ni la resistencia violenta ni la conformidad temerosa. Más bien, adoptó una forma de vida similar a la de sus antepasados que experimentaron el exilio bajo la opresión de otros imperios hambrientos de poder.
Los autores del Nuevo Testamento a veces asocian la resistencia amorosa de Jesús y su lealtad subversiva con israelitas de tiempos anteriores, como Daniel y sus amigos, que aprendieron a permanecer fieles a Yahweh mientras sufrían por la injusticia durante el exilio. El amor leal que ellos tenían por Yahweh estaba en marcado contraste con el Imperio babilónico y el amor leal de Jesús por la humanidad también subvirtió las estructuras humanas de poder. Esta lealtad subversiva es algo que podemos considerar: "el camino del exilio".
Dolor en el exilio
El relato inicial de la creación en Génesis 1-3 muestra cómo Dios quiere que los seres humanos vivan en un espacio Cielo-Tierra, un lugar bueno y bello en el que se superponen el camino de vida de la humanidad y el camino de vida de Dios. Todos pueden formar parte de este hogar: los desconocidos se convierten en amigos, los amigos se convierten en familia y hay paz entre todos.
Pero en este momento no vivimos en ese lugar. Vivimos en la dolorosa realidad de un mundo que está lejos del ideal de Dios. Al vivir fuera de ese buen hogar, tendemos a tener miedo de nuestros enemigos y a desconfiar de los extraños. Nuestras familias se dividen y quebrantan, junto con nuestros corazones. Hay mucho dolor y todo esto trae a nuestra memoria el dolor de aquellas personas de la Biblia que vivieron el exilio.
¿Estamos en una especie de exilio en este momento? ¿Hay esperanza de sanidad? Y para las personas exiliadas de la Biblia hebrea, como Jeremías y Daniel, ¿qué significaba vivir en el exilio?
El camino del exilio reconstruye con amor
En el año 587 a.e.c la nación de Israel fue atacada por Babilonia, un poderoso "bully" o acosador del antiguo Cercano Oriente. Miles de israelitas fueron masacrados, y los sobrevivientes fueron expulsados de sus hogares, obligados a servir al Imperio babilónico en una tierra extraña. La vida en el cautiverio babilónico no era divertida.
Imagina que tienes que vivir con las personas que mataron a la mayor parte de tu familia y que destruyeron tu ciudad natal y servirles. Imagina lo normal que podría haber sido para los israelitas odiar tanto a su nuevo entorno, como al pueblo que los estaba dañando activamente. Podría haber sido una respuesta lógica que muchos instintivamente esperaran tener la oportunidad de tomar el control de Babilonia en lugar de ser controlados por ella. Pero Dios no guió al pueblo a arrebatar el poder. Él los guió a amar al prójimo y a sus enemigos.
Dios envió al profeta Jeremías para que instruyera a Israel a hacer lo impensable. Les dijo que oren por la paz de Babilonia y que busquen el bienestar de la ciudad. Les dijo que tenían que desempacar e instalarse, plantar jardines, construir casas, casarse y tener hijos. Jeremías les aseguró un futuro brillante, un futuro que no iba a ser conquistado a través de la guerra. Les prometió que un día Dios haría que regresaran a su tierra natal (véase Jeremías 29:4-11).
Este futuro brillante no llegaría ni mediante la lucha violenta ni mediante la conformidad temerosa: este cambio comenzaría con la elección del pueblo de confiar en Yahweh, amando a su prójimo y bendiciendo a la comunidad en la que se encontraban. Esta elección requiere amor leal a Dios y a su camino de vida.
El camino del exilio resiste sin violencia
Babilonia capturó a algunos miembros de la élite real de Israel: Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Las autoridades babilónicas obligaron a Daniel y a sus amigos a que estudiaran y trabajaran en las cortes del rey; ellos pasaron años aprendiendo todo sobre los dioses de Babilonia y trabajando por el Imperio que los arrancó de su hogar. Ellos podrían haber elegido abandonar su confianza en Dios y amargarse, pero, en cambio, eligieron escuchar las palabras de Jeremías y servir al rey de Babilonia sin sacrificar su lealtad a Dios.
Se apartaron de los caminos de vida convencionales confiando en Dios más que en los placeres que podían derivar de vivir en conformidad con el Imperio de Babilonia (por ejemplo, Daniel 1:8-9, 5:17). Cuando el rey exigió que Daniel y sus compañeros se inclinaran ante los dioses babilónicos, ellos se negaron con humildad y firmeza. Y, más tarde, cuando la oración a Yahweh es declarada un crimen que se castigaba con la muerte, Daniel siguió negándose a esconderse o a dejar de ofrecer sus oraciones diarias (véase Daniel 6:4-11).
Daniel, Ananías, Misael y Azarías se negaron a retroceder en su lealtad a Dios mientras estaban exiliados en Babilonia... y nunca dejaron de bendecir al rey corrupto (Daniel 3:12-18, 6:21-22). Sus protestas no violentas estaban sostenidas por el poder del amor de Dios en lugar del poder tentador y falso de la coerción o la retirada defensiva.
A medida que se desarrolla la historia, vemos cómo su predisposición a confiar en Dios hace que el poder divino subvierta el control imperial (Daniel 3:28-30, 6:25-27). Para Daniel y sus amigos, vivir en el exilio significa soportar un dolor real, mientras se esfuerzan por mantenerse fieles a Yahweh y su sabiduría.
Jesús es el camino
Cuando llegamos a la historia de Jesús, Roma es el nuevo "bully" o acosador de turno. Muchos israelitas ya se habían rebelado contra el Imperio romano (por ejemplo, la rebelión macabea, 167-160 a.e.c) y muchos seguían esperando que comenzara una nueva rebelión. Otros se habían rendido y adaptado a la cultura romana dominante, haciendo lo necesario para apaciguar a quienes estaban en el poder. Pero Jesús abrazó la misma lealtad subversiva de la que habló Jeremías y que Daniel y sus amigos practicaron mientras vivían en el exilio en Babilonia.
Jesús invitó a un recaudador de impuestos llamado Mateo (que participaba voluntariamente en la opresión económica de Roma) y a un zelote llamado Simón (que se oponía violentamente al gobierno de Roma) a que dejaran su antigua vida y siguieran su nuevo camino de vida (véase Lucas 5:27, 6:15). Jesús constantemente recordaba a sus seguidores que debían resistirse a la violencia, amar a las personas que no soportaban y seguir cuidando y bendiciendo tanto a los opresores como a los afligidos de su sociedad (véase Lucas 6:27-36; Mateo 5:38-47). Jesús les mostró que el amor leal a Dios y a los demás puede debilitar las culturas opresoras sin el uso de la coerción ni de la hostilidad.
Jesús sí que "dio vuelta" las mesas de los cambistas que estaban excluyendo a quienes no eran israelitas que habían ido al templo de Jerusalén para adorar a Yahweh, pero no puso la mano sobre nadie a no ser que lo estuviera sanando (Mateo 21:12-14). Él siguió siendo amable, humilde y compasivo; y no tuvo miedo de ir en contra de la cultura dominante con la verdad. Criticó con audacia a los líderes corruptos de Israel, lo cual finalmente llevó a su arresto y asesinato. Y también lavó los pies de quien lo traicionó y permitió que la guardia romana perforara los suyos.
No reaccionó con violencia ni coacción a cambio. No se escondió ni se acobardó adaptándose o conformándose. Más bien, Jesús dio su vida humildemente y con amor para derrocar los poderes corruptos que separan el Cielo y la Tierra.
Los que vivimos en la sociedad moderna no somos los exiliados de la Biblia, pero sí experimentamos dolores similares. Cuando nos sentimos acosados por personas injustas y por los sistemas opresores de nuestro mundo, podemos reaccionar con palabras o acciones que instintivamente pensamos que nos ayudarán. Puede que queramos apretar los puños y contraatacar, o ceder y escondernos para mantenernos a salvo. Pero el camino del exilio en la Biblia nos muestra una nueva opción: una respuesta amorosa que se alinea con la obra de Dios restaurando toda la creación. Él está uniendo su hogar con el nuestro, para que pueda hacerse su voluntad en la Tierra como en el Cielo; asociarnos con él en este momento y en nuestro mundo es el camino del exilio que refleja el consejo de Jeremías, la actitud de Daniel y, en última instancia, el amor de Jesús.
Siguiendo a Jesús, podemos aprender a defender a los oprimidos sin convertirnos en opresores. Podemos perdonar, bendecir y orar por quienes causan daño. Podemos buscar el bienestar de los países, las ciudades y los pueblos donde nos encontramos. Porque la resistencia llena de amor, la convicción estable y la lealtad subversiva son el camino del exilio, el camino de Jesús.