Para los seguidores de Jesús, la historia de su vida, muerte y resurrección es el centro absoluto de nuestra conducta, creencias y visión del mundo. Es el acontecimiento central que generó toda la historia cristiana y el Nuevo Testamento. Pero estos acontecimientos no ocurrieron sin un contexto. Jesús se vio a sí mismo llevando a cumplimiento una historia más amplia que se narraba en su Biblia, la Biblia hebrea, o como la mayoría de los cristianos se refieren a ella, el Antiguo Testamento. Uno de los acontecimientos más importantes de la Biblia de Jesús, que también cambió la historia judía para siempre, es el exilio babilónico. Este acontecimiento dejó una huella sin precedentes en la historia israelita y desempeñó un papel clave en la formación de la propia Biblia. Para los israelitas, el exilio fue el momento decisivo de su historia a través del cual toda la Biblia adquiere su significado. Todo lo demás gira en torno a la gravedad de este momento que sacudió su fe.
Toda la estructura nacional del reino, que se pensaba que había sido ordenada por el propio Dios, se derrumbó. Este acontecimiento cumplió siglos de advertencias proféticas, ya que cientos de años de tradición, cultura e historia fueron destruidos en solo un año. Este fue su Día del Señor, y los dejó absolutamente devastados.
Lee el libro de Lamentaciones si quieres reflexionar sobre cómo se sintió vivir la tragedia de la destrucción de Jerusalén y la esclavitud del pueblo bajo el dominio babilónico. Puedes entender lo difícil que habrá sido encontrar esperanza en una situación así. Por eso el libro de Isaías desempeña un papel tan importante en el Antiguo Testamento, sobre todo teniendo en cuenta su ubicación en el orden de la Biblia hebrea (está situado después de 1 y 2 Reyes en lugar de después de Cantares). Todo el enfoque de Isaías es la esperanza al otro lado del exilio. Desde el primer capítulo del libro, esta esperanza brilla con fuerza, y llega justo después del momento más devastador de la historia israelita. Exploremos primero el exilio y luego la esperanza que encontramos en Isaías.
Desesperación en el exilio
Yahweh estaba eternamente comprometido con sus promesas a Abraham, Israel y David, lo que significa que estaba comprometido a desmantelar los reinos de Israel si eran infieles a sus obligaciones del pacto. Dios permitiría que las estructuras nacionales de Israel fueran aniquiladas para poder crear un remanente que regresara y fuera fiel (véase Isaías 10:21). Dios es fiel a sus promesas, tanto a las concedidas en forma de bendiciones como a las concedidas en forma de castigo y exilio. Los israelitas habían hecho una promesa mucho tiempo atrás, en los tiempos de Moisés. Si eran leales a su Dios y a los demás, él los bendeciría y los convertiría en su posesión más preciada. Sin embargo, si se rebelaban y no cumplían su pacto, les daría la espalda... al menos temporalmente.
“El Señor te llevará a ti y a tu rey, al que hayas puesto sobre ti, a una nación que ni tú ni tus padres han conocido, y allí servirás a otros dioses de madera y de piedra. Y vendrás a ser motivo de horror, proverbio y burla entre todos los pueblos donde el Señor te lleve” (Deuteronomio 28:36-37).
¡Ay! En retrospectiva, podríamos decir que Dios fue fiel a esa promesa, incluso en su corrección y castigo. Pero eso fue hace mucho tiempo, ¿verdad? Podrías haber esperado que los israelitas olvidaran tal promesa/advertencia. Pero no solo tenían pergaminos antiguos para poder recordar, también tenían a los profetas vivos y activos que los confrontaban constantemente. Los profetas llevaban siglos dando advertencias a Israel y a sus reyes. Si lees el resto de los libros de los profetas, descubrirás hasta qué punto se había extendido la corrupción y el incumplimiento del pacto por parte de Israel.
Antes del final, reyes como Ezequías y Josías intentaron reformar e incluso lograron avanzar. Pero fue demasiado poco y demasiado tarde. El rey que gobernó entre estos dos, Manasés, llevó la apostasía de Israel a un nuevo nivel, sin precedentes en la familia de David.
“Entonces el Señor habló por medio de Sus siervos los profetas: ‘Por cuanto Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones, habiendo hecho lo malo más que todo lo que hicieron los amorreos antes de él, haciendo pecar también a Judá con sus ídolos; por tanto, así dice el Señor, Dios de Israel: Voy a traer tal calamidad sobre Jerusalén y Judá, que a todo el que oiga de ello le retumbarán ambos oídos. Extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab, y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, limpiándolo y volviéndolo boca abajo. Abandonaré al remanente de Mi heredad y los entregaré en mano de sus enemigos, y serán para presa y despojo para todos sus enemigos; porque han hecho lo malo ante Mis ojos, y han estado provocándome a ira desde el día en que sus padres salieron de Egipto, hasta el día de hoy’” (2 Reyes 21:10-15).
Este es un mensaje difícil de escuchar para el pueblo. ¿Recuerdan lo que le sucedió al reino del norte en el año 722 a. e. c.? Samaria, bajo reyes corruptos que gobernaban en el espíritu de los caminos de Acab, fue llevada al exilio por los asirios. Aquí encontramos el mismo veredicto y sentencia que Yahweh dictó a Judá. Cinco breves capítulos después, Jerusalén cae, y es saqueada y esclavizada metódicamente. Se llevaron todos los artículos que habían acumulado en sus almacenes. Fue el exilio egipcio de nuevo, pero esta vez no eran ellos los que recogían los bienes y no eran ellos los que eran liberados (véase 2 Reyes 25).
¿Esto termina así? Antes de este acontecimiento, los profetas eran considerados locos, pero a partir de ese momento sus palabras de advertencia se vieron confirmadas. Por eso los escritos de los profetas cobraron importancia después del exilio. Nadie escuchaba antes de que sus predicciones se hicieran realidad. Sin duda, Dios estaba del lado del pueblo. Los reyes de Israel eran nombrados y ordenados por Dios. Eran intocables. Después de la caída de Jerusalén, las cosas dieron un giro. Los profetas tenían razón. ¿Y ahora qué?
Esperanza para Israel
Yahweh es fiel a su pueblo pase lo que pase. Si fue fiel al castigar a su pueblo por desobedecerle, ¿cuánto más fiel iba a ser para restaurarlo y bendecirlo? Sabemos que Dios hace que las personas rindan cuentas, pero también sabemos que “el Señor es lento para la ira y abundante en misericordia, y perdona la iniquidad y la transgresión” (Números 14:18a). Si nos remitimos al mismo discurso pronunciado por Moisés al final de Deuteronomio, donde predijo el exilio en primer lugar, podemos ver atisbos de esperanza.
“Cuando vuelvas al Señor tu Dios, tú y tus hijos, y le obedezcas con todo tu corazón y con toda tu alma conforme a todo lo que yo te ordeno hoy, entonces el Señor tu Dios te hará volver de tu cautividad, y tendrá compasión de ti y te recogerá de nuevo de entre todos los pueblos adonde el Señor tu Dios te haya dispersado” (Deuteronomio 30:2-3).
Isaías retoma este tema profético y lo desarrolla. A primera vista, se podría pensar que este primer libro profético está realmente desorganizado: en un momento da advertencias a Israel y al siguiente promete bendiciones. Ten en cuenta que estás leyendo literatura de una cultura antigua muy diferente a la tuya. La poesía de Isaías pasa constantemente de juicio a esperanza, y cada ciclo ofrece más detalles que el anterior.
En una vívida visión en Isaías 6, el profeta es purificado primero por un carbón caliente y luego preparado para ir y profetizar contra la nación y sus líderes. Luego descubrimos que él mismo acaba de ser sometido simbólicamente al mismo “fuego purificador” que Dios está enviando sobre todo Israel en forma de derrota ante Asiria y luego Babilonia.
“Hasta que el Señor haya alejado a los hombres, y sean muchos los lugares abandonados en medio de la tierra. Pero aún quedará una décima parte en ella, y esta volverá a ser consumida como el roble o la encina, cuyo tronco permanece cuando es cortado: la simiente santa será su tronco” (Isaías 6:12-13).
Habrá un remanente que sobrevivirá al exilio, y será de la simiente santa que brotará un nuevo reino. En el capítulo 1, Isaías reflexiona sobre las razones del exilio (¡hay muchas!), pero antes de que el capítulo termine, encontramos un rayo de esperanza.
“Aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán. Si ustedes quieren y obedecen, comerán lo mejor de la tierra” (Isaías 1:18-19).
Acuérdate, Yahweh le ha dicho al pueblo que castigará el pecado y juzgará a los culpables, pero nada puede interponerse entre Yahweh y su compromiso de fidelidad al pacto.
“Entonces restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como al comienzo. después de lo cual serás llamada Ciudad de Justicia, Ciudad Fiel. Sión será redimida con juicio, y sus arrepentidos con justicia. Pero los transgresores y los pecadores serán aplastados a una, y los que abandonan al Señor perecerán” (Isaías 1:26-28).
Yahweh es firme en su castigo, pero no se ha olvidado de Israel. Y claramente todavía tiene la intención de convertirlos en una bendición para todas las naciones y cumplir su promesa a Abraham.
Isaías es muy profundo
Isaías señaló de muchas maneras la esperanza del Rey mesiánico del linaje de David. Pero por el momento, recordemos que en medio de toda esta fatalidad y pesimismo, Isaías mantuvo encendidas las brasas de la esperanza. Dios no ha perdido su amor por su pueblo del pacto, y no los ha abandonado. Esto nos lleva de regreso a la peculiar historia final de 2 Reyes. En el capítulo 25:27-30 de 2 Reyes, el rey cautivo del linaje de David, Joaquín, es liberado de su prisión babilónica y exaltado por encima de todos los demás reyes bajo el dominio babilónico, invitado a sentarse y cenar con el rey de Babilonia.
Es fácil confundirse con este pasaje. ¿Qué está pasando exactamente aquí? ¿Por qué se nos cuenta esta historia? Piensa en los temas de este breve episodio. Un israelita encarcelado es llevado a la esclavitud en una tierra extranjera. De repente, el rey lo libera de la prisión y lo exalta por encima de los demás gobernantes de esa tierra. ¿Te suena familiar? Has oído esta historia con anterioridad en el libro de Génesis, en la historia de José (Génesis 37-50). También recordarás que tuvo que cambiarse de ropa antes de ver al rey en persona.
Joaquín recrea la historia de José hasta el último detalle. Y así, este último relato corto de 2 Reyes nos invita a ver un propósito divino similar en acción, en el desastre de la destrucción de Jerusalén. La maldad humana no prevalecerá y los propósitos de Dios se cumplirán.