Volver a Artículos
Volver a Artículos
What Matthew 7:1-5 (Judge Not Lest Ye Be Judged) Means

Qué significa Mateo 7:1-5 (No juzguen para no ser juzgados)

Explora la instrucción de Jesús en cuanto a juzgar a los demás

“Nunca juzgues”–dicen algunos–, “Y haz siempre lo correcto”. Pero, ¿cómo puede alguien determinar lo que es “correcto” sin emitir un juicio?

“No juzguen para que no sean juzgados” (Mateo 7:1, NBLA) suele malinterpretarse como una prohibición de todo tipo de juicio. Sin embargo, Jesús está advirtiendo específicamente en cuanto a condenar a otros. La palabra griega utilizada para juicio es krino, que puede significar tanto “discernir” como “condenar”. Jesús nos insta a que evitemos condenar a los demás y, en su lugar, practiquemos la autorreflexión y la humildad. Al enseñarnos que seremos juzgados por el mismo estándar que usamos para juzgar a los demás, Jesús fomenta la compasión por encima de la condena.

Qué quiso decir Jesús al hablar de ”juzgar”

Las enseñanzas de Jesús contenidas en el Sermón del Monte tienen implicaciones significativas en cuanto a la forma en que vivimos y nos relacionamos con los demás, razón por la cual debemos profundizar en el contexto de Jesús para entender los matices de su lenguaje sobre el juicio.

En el Evangelio de Juan, leemos que Jesús no vino “para juzgar al mundo” (Juan 3:17, NBLA), pero unos capítulos más adelante Jesús dice que su propósito al venir al mundo fue “para juicio” (Juan 9:39, NBLA). O lo que Jesús está diciendo no tiene sentido, o está pensando en el juicio desde dos ángulos diferentes. Así que antes de examinar el contexto de la narrativa bíblica global, veamos el vocabulario relacionado con el juicio.

La palabra “juzgar” que vemos en Mateo 7:1 proviene de la palabra griega krino, que puede significar: discernir o decidir. Pero también puede referirse a la condenación, ya sea en un tribunal legal como en nuestras relaciones cotidianas. Prestar atención al contexto nos ayudará a saber lo que quiere decir el autor. ¿Jesús está diciendo “No juzguen” o “No condenen”?

Esta es la traducción de Proyecto Biblia de todo el mandamiento según Mateo 7:1-2:

No juzguen (krino), para que no sean juzgados (krino). Porque con el juicio (krino) con que juzguen (krino), serán juzgados (krino). Y con la medida con que midan, se les medirá.

Inmediatamente después de esta instrucción, Jesús les explica a sus oyentes cómo hay que actuar con alguien que se comporta mal (Mateo 7:3-6). Y poco después, dice que podemos discernir el verdadero carácter de las personas observando el tipo de fruto que dan (Mateo 7:15-20).

Durante su tiempo en la Tierra, Jesús vivió lo que enseñó y se dirigió regularmente (y de forma bastante asertiva) a las personas que tomaban decisiones perjudiciales. Por lo tanto, no tendría sentido que nos prohibiera usar el discernimiento en nuestras relaciones o en el mundo en general.

En cambio, en este contexto, Jesús usa krino para referirse a condenar a otros o tratarlos con desprecio condenatorio. Habla de las veces en que decidimos que otra persona no está a la altura, por lo que la menospreciamos o la consideramos inferior.

Un ejemplo de sentencia condenatoria

¿Qué sucede cuando condenamos a los demás con nuestro juicio? Las interacciones de Jesús con algunos líderes religiosos, que a menudo se apresuraban a juzgar, pueden proporcionar ejemplos en cuanto a la forma en que Dios responde a nuestros juicios sobre los demás.

Considera la historia de una mujer que unge a Jesús con perfume costoso en un frasco de alabastro. Ella besa los pies de Jesús, los lava con sus lágrimas, los seca con su cabello y finalmente vierte el costoso y fragante líquido sobre ellos (Lucas 7:36-50). Entretanto, Simón, un líder religioso y persona importante de la ciudad, observa a la mujer. Él conoce su mala reputación y piensa para sí mismo: “Si este fuera profeta, sabría que tipo de mujer lo está tocando, ¡es una pecadora!” (Lucas 7:39, NBLA, énfasis añadido).

Simón juzga por lo que es capaz de ver en el exterior y decide que esta mujer no merece el tiempo y la atención de Jesús. Sus pensamientos la condenan. Pero Jesús conoce tanto los pensamientos de Simón como el amor de la mujer que la impulsó a actuar con valentía y vulnerabilidad.

Así que Jesús se dirige a Simón y responde a sus pensamientos ocultos con una pregunta. “Imagina dos deudores”–dice Jesús–, “uno debe mucho y el otro apenas nada, y el prestamista decide cancelar ambas deudas. De los dos, ¿quién amará más al prestamista?”

“Supongo que la persona a quien le perdonó la deuda más grande”, responde Simón (Lucas 7:43, NTV). Entonces Jesús señala que, al entrar en la casa como invitado, Simón no realizó ninguna de las expresiones habituales de hospitalidad: un beso de saludo, agua para lavarle los pies, aceite para ungirle la cabeza. En cambio, la mujer realizó con ternura cada uno de estos actos de bienvenida con un amor extravagante. Ella reconoció su necesidad de Jesús y, como quien recibe el perdón de una gran deuda, se sintió impulsada por su amor por él.

Simón, por otro lado, no ve que necesita el perdón de Jesús. De hecho, su juicio positivo de sí mismo lo lleva a mirar con desdén a la mujer y a condenar erróneamente sus acciones.

Este es exactamente el tipo de desprecio que Jesús tiene en mente cuando les dice a sus seguidores que no se juzguen unos a otros. La respuesta de Jesús a Simón pone de relieve lo que quiere decir con “... para que no sean juzgados”. Jesús revierte los pensamientos críticos de Simón y los dirige de nuevo, como un espejo, hacia su propia vida. Simón está tan ocupado contando los defectos de la mujer que pasa por alto su propia falta de amor y su necesidad de Jesús. Con su respuesta, Jesús responsabiliza con amor y firmeza a Simón por jugar a ser Dios y utilizar normas desiguales para justificarse a sí mismo mientras condena a la mujer.

La sugerencia de Jesús en cuanto a juzgar a los demás

Con ejemplos como el de Simón, podemos empezar a entender por qué Jesús da el mandato de ''no juzgar''. Pero, ¿qué pasa con el acto más básico de juzgar la luz de la oscuridad o el bien del mal?

Inmediatamente después de enseñar a la gente a no juzgar (condenar) nunca a los demás, Jesús utiliza una sorprendente imagen para describir cómo deben actuar sus seguidores ante cuestiones que requieren un discernimiento cuidadoso:

Mateo 7:3-5 (TBP, énfasis añadido)
¿Por qué ves la astilla en el ojo de tu hermano, pero no percibes el tronco en el tuyo? ¿O cómo puedes decirle a tu hermano: “Permíteme sacarte la astilla de tu ojo”, y mira, ¡hay un tronco en el tuyo!? ¡Hipócrita! Primero saca el tronco de tu ojo, y entonces podrás ver claramente la astilla en el ojo de tu hermano.

Las palabras de Jesús sugieren que hay un momento y un lugar para hablar cuando vemos un problema. Al igual que Jesús, podemos llamar la atención de una persona cuando actúa mal, pero sin condenar ni menospreciar. Sin embargo, presta atención a que recién en la última línea de su metáfora, Jesús dice algo sobre evaluar el comportamiento de otra persona. La mayor parte de su instrucción se refiere al importante primer paso de la autorreflexión.

Recuerda la respuesta de Jesús a Simón en la historia anterior. Jesús redirige los pensamientos evaluativos de Simón hacia su interior, señalando que Simón necesita abordar sus propios problemas —el metafórico “tronco” en su propio ojo— antes de ponerse a evaluar la “astilla” de otra persona, o el mal comportamiento (Mateo 7:5).

Reconocer, admitir y abordar nuestros propios fracasos es un proceso que nos hace humildes. Al igual que la mujer que lloró a los pies de Jesús, este proceso nos recuerda nuestra profunda necesidad de Dios. Desde esta posición de humildad sincera, somos menos propensos a condenar con prejuicios o a considerar menos a los demás.

El seguidor de Jesús se acerca a los demás con humildad y delicadeza, siempre desde una postura de perdón y gracia. En lugar de dejarse llevar por un sentido de soberbia, la motivación de este tipo de persona proviene del amor que Pablo describe en 1 Corintios 13, un amor que “todo lo cree” y “todo lo espera”(1) , que opta por respetar a cada ser humano como una creación milagrosa y amada de Dios.

Las consecuencias de juzgar a los demás

Jesús deja claro que sus seguidores no deben condenar a los demás. Y a lo largo de su Sermón del Monte, Jesús habla acerca de cómo ve claramente nuestras motivaciones internas, las realidades ocultas que dan forma a nuestras vidas, de una manera que nadie más puede hacerlo. Él toma en cuenta nuestro dolor, nuestra decepción, nuestro deseo de ser notados, nuestra preocupación por el futuro y nuestro sincero deseo de agradar a Dios.

Así que cuando menospreciamos a otra persona, actuamos como si pudiéramos ver sus realidades internas con la misma claridad. Terminamos jugando a ser Dios. Y sabemos desde el principio de toda la historia, en Génesis 1-3, que jugar a ser Dios nunca funciona bien. Recuerda que los humanos le abren la puerta a la corrupción y a la muerte precisamente porque intentan decidir lo que está bien y lo que está mal sin Dios, según lo que es bueno o malo a sus propios ojos. En Génesis, y en las enseñanzas de Jesús, podemos escuchar a Dios decir: “Como seres finitos, no tienen lo que se necesita para hacer juicios tan complejos por sí mismos. Los he creado con todo lo que se necesita para amarse profundamente unos a otros, así que sigan haciéndolo mientras dejan la parte de los juicios en mis manos”.

El enfoque de la regla de oro

El mandamiento “no juzguen para que no sean juzgados” se encuentra dentro de una sección más amplia de enseñanza que Jesús resume de esta manera.

Mateo 7:12 (TPB)
Así que, todo lo que deseen que las personas hagan con ustedes, así también hagan ustedes con ellos, porque esto es la Torá y los Profetas.

Imagina vivir en un mundo en el que todos tratan a los demás (en pensamiento y obra) de la manera en que todos queremos ser tratados: con justicia, amabilidad, generosidad y amor. En lugar de juzgarnos unos a otros, tratando de determinar quién es mejor o peor, quién es bueno o malo, elegimos amarnos unos a otros porque así es como queremos ser tratados.

¿Cómo cambiaría el modo en que juzgamos a los demás si seguimos la llamada regla de oro? ¿Qué sucede cuando, en lugar de apresurarnos a juzgar, nos apresuramos a preguntarnos: “¿Cómo quiero que la gente se acerque a mí cuando me equivoque y falle?" Actuar desde este punto de vista moderará nuestras respuestas, aumentará nuestra sabiduría y, lo que es más importante, nos acercará más a fuertes lazos de amor mutuo con nuestro prójimo.

La regla de oro nos ayuda a cumplir el mayor mandamiento de Dios: amar a Dios y amar a todos los demás con todo lo que tenemos. Cuando Jesús dice: “no juzguen para que no sean juzgados”, no está diciendo que todo juicio sea siempre incorrecto. Está llamando a las personas a una nueva y mejor forma de relacionarse entre sí. En lugar de condenarnos o menospreciarnos unos a otros, podemos actuar con el poder de la misericordia divina que sana lo que está roto (en lugar de simplemente odiarlo). Con Jesús, podemos practicar la regla de oro, acercándonos a los demás con la misma dignidad y amor respetuoso que también esperamos recibir.



  1. Dallas Willard, Divine Conspiracy: Rediscovering Our Hidden Life in God (London: HarperCollins, 1998), 241. Título en español: [La divina conspiración: Nuestra vida escondida en Dios] (Peniel; Primera edición (22 de agosto 2013).
Elige un idioma de preferencia.