La cultura pop a veces se obsesiona con el comportamiento erróneo: quién está haciendo las cosas mal, quién está diciendo malas palabras y quién es el culpable. Nuestras películas y libros más populares suelen basarse en el argumento: "chicos buenos versus chicos malos". Lo sepamos o no, estamos obsesionando con el pecado.
Lo mismo ocurre con la cultura de la iglesia. Los pastores y los sacerdotes predican sobre el pecado los domingos. Los líderes de grupos pequeños te animan a confesarlo. Jesús y los apóstoles nunca rehúyen a sacar el tema. Y las iglesias a lo largo de la historia han estado celebrando una temporada de 40 días llamada Cuaresma, dedicada a reflexionar sobre el pecado y su corrupción continua.
Pero ¿qué es el pecado? ¿Y qué dice la Biblia al respecto?
Tal vez has desarrollado una lista mental de lo que constituye un pecado. Dependiendo de tu trasfondo, esa lista puede incluir cosas de carácter moral como mentir, engañar, maldecir, tener lujuria, emborracharse, etc.
Tal vez el pecado ha sido usado como un arma en tu contra con amenazas de tortura feroz y condena. Y muchos de nosotros hemos usado el pecado para compararnos con los demás, ¿soy mejor que esa persona? ¿Estoy haciendo las cosas bien? ¿Soy una "buena" persona? ¿Soy digno de amor, perdón y aceptación?
Contrariamente a algunas suposiciones populares, cuando los autores bíblicos hablan de pecado, están hablando de algo mucho más profundo y más complejo que las listas regulatorias de buenos y malos comportamientos o chicos buenos versus chicos malos. Están hablando de una corrupción del mundo bueno de Dios que se manifiesta en las relaciones y elecciones humanas, algo que hacemos y algo que nos sucede.
La historia comienza con Dios creando todo y repetidamente llamándolo bueno (o tov en hebreo; ver Génesis 1 para las siete referencias). Pero luego una serpiente entra en la narrativa, corrompiendo esa bondad. A medida que la historia se desarrolla, los autores bíblicos usan lenguaje como "pecado", "iniquidad" y "transgresión" para explicar esta corrupción y el daño que causa. Así que vamos a observar más de cerca a lo que estas palabras significan para que podamos entender las perspectivas de los autores.
Definir el pecado: errarle al objetivo
La palabra hebrea khata’ es más comúnmente traducida como "pecado". Khata´ significa "errar" o "perder el objetivo", y la palabra no siempre tiene que ver con la moralidad.
En Jueces 20:16, aprendemos que un experto con la honda que da en el blanco no khata', lo que significa que él no erra o pierde de mira al objetivo. De manera similar, leemos en Proverbios 19:2 que las personas que actúan apresuradamente mientras viajan son propensos a khata', a perderse en el destino previsto.
Así que si el pecado significa errar un objetivo, ¿cuál es el objetivo?
Cuando Dios crea la humanidad a su imagen divina, él establece el objetivo. Génesis 1:26 captura una declaración interesante de Dios: "Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza", recordándonos que este único Dios existe en tres personas diferentes, pero indivisibles: (Padre, Palabra y Espíritu), inseparables pero distintivas, juntos por siempre en amor inquebrantable. Ser creado a la imagen de un Dios sugiere que la naturaleza más esencial de la humanidad es el amor divino. Vivir con amor por Dios, por los demás y por toda la creación es nuestro objetivo principal. Elegir no amar da lugar a la corrupción de la bondad de la creación, así que es khata': pecado.
En Génesis 3, los primeros seres humanos pierden el objetivo de amar a Dios cuando ignoran su instrucción y redefinen el bien y el mal en sus propios términos. Su elección fractura su relación con Dios y entre sí, y esto les lleva a la muerte. En el siguiente capítulo (Génesis 4), vemos el primer uso de khata' en la Biblia. Caín se enfrenta a la decisión de ser verdaderamente humano y amar a su hermano o de corromperse a sí mismo y a los demás al asesinar a su hermano Abel.
Dios advierte a Caín: "Si no haces bien, khata' (pecado) yace a la puerta. Te codicia, pero tú debes dominarlo" (Génesis 4:7). Aquí, el autor describe al pecado como algo fuera de Caín, como un depredador al acecho que busca atacar y destruir su vida. Pero Caín puede resistir el pecado si él así lo decide: él puede dominar la bestia que lo acecha.
Al examinar khata' en la Biblia hebrea simultáneamente, la idea de pecado se vuelve más clara y más misteriosa. El pecado es como un monstruo que nos acecha y que está fuera de nosotros, esperando para abalanzarse y corrompernos tentándonos a ser poco amorosos con Dios y los demás. Pero cada ser humano puede rechazarlo al elegir el objetivo humano más verdadero: volverse infinitamente amoroso hacia Dios y los demás.
Definir la iniquidad: distorsionar lo que es bueno
La palabra hebrea avon es otra palabra para el pecado, pero con un matiz diferente. También la traducimos como "iniquidad", que añade otra dimensión a nuestro entendimiento.
Los autores bíblicos usan avon para describir un camino torcido o tortuoso (por ejemplo, Lamentaciones 3:9) o una espalda malformada que está encorvada, fuera de forma (por ejemplo, Salmo 38:6). Isaías usa avon para decir: "confundido y aterrado" (Isaías 21:3). Avon se trata de distorsionar lo que de lo contrario era hermoso y bueno, y los autores lo usan para referirse a comportamientos como el asesinato o el adulterio. Otros ejemplos de este tipo de comportamiento retorcido incluyen el engaño, la fe rota, la violencia y otros tipos de daño.
Avon también se refiere a los resultados y las consecuencias torcidos: las personas que sufren, las relaciones destrozadas y los ciclos de represalias que vienen de este comportamiento. Cuando somos abusados y se aprovechan de nosotros, estamos experimentando avon, iniquidad: pecado.
La elección de pecar a menudo comienza con un impulso: preocuparse por "mí, mí mismo y yo" e ignorar nuestro propósito humano, que es cuidar a los demás mientras nos preocupamos por nosotros mismos, amándonos los unos a los otros como Dios ama. Cuando ignoramos o disminuimos a los demás para servirnos a nosotros mismos, permitimos que el acechador mortal gobierne sobre nosotros. Nos volvemos encorvados, torcidos y causamos daño a los demás y a nosotros mismos.
Página tras página, en las Escrituras, vemos a las personas que pierden el objetivo o distorsionan el bien y, o no saben lo que están haciendo o, peor aún, creen que están haciendo el bien. A veces creemos firmemente que estamos haciendo el bien cuando no lo estamos. Otras veces, honestamente no sabemos que estamos perdiendo el objetivo. Con las mejores intenciones, podemos involuntariamente hacer algo chueco y torcido. Afortunadamente, Dios responde con misericordia, guía y perdón que, en última instancia, sanará a cada uno de nosotros y las consecuencias de nuestro pecado.
¿Recuerdas la escena en que Jesús (que es Dios hecho carne) perdona a los guardias romanos mientras lo están asesinando? "Padre, perdónalos", dice, "porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Él no está a favor de lo que están haciendo, ni lo usará en su contra. La historia de la Biblia hebrea y el Nuevo Testamento describe a un Dios que se opone y obra para eliminar el pecado, y que también lo entiende más que nosotros. Él consistentemente perdona el pecado. Ver la postura de Dios de bondad amorosa fuerte puede empoderarnos para perdonar los pecados de los demás mientras él perdona los nuestros. Esta es una parte clave de vivir nuestro propósito humano de amar a todas las personas como Dios lo hace.
Definir la transgresión: violar la confianza
Los autores bíblicos exploran aún más las consecuencias relacionales del pecado con la palabra hebrea pesha, a menudo traducida como "transgresión". Pesha se refiere a maneras en que la gente viola la confianza de los demás, como la traición en una relación.
Toma por ejemplo una ley en la Biblia hebrea sobre el robo (como en Éxodo 22:7-9). Si la gente está de viaje y alguien entra en su casa para robar, eso es un robo. Pero si el ladrón es tu vecino, eso es pesha. ¿Por qué? Porque un vecino es alguien en quien tendrías que confiar.
La misma traición relacional puede ocurrir entre los humanos y Dios. Los profetas, en la Biblia hebrea, acusan a los israelitas de pesha, en este caso refiriéndose a adorar a otros dioses y violar su relación con Yahweh (por ejemplo, Oseas 11). También asocian pesha con la elección de maltratar o ignorar a las personas pobres y vulnerables en sus comunidades (por ejemplo, Amós 2:6) porque hacerlo corrompe lo que deberían ser relaciones amorosas y que dan vida. Los profetas vieron cómo los líderes ignoraban o justificaban el maltrato de los humanos en el nombre de la seguridad nacional y una economía fuerte (por ejemplo, Amós 1:9, 1:13), y los profetas llamaron a esto una traición a la humanidad, una violación de la confianza universal que de otra manera debería existir entre humanos hechos a la imagen amorosa de Dios.
Así que pesha o transgresión describe la ruptura de la confianza en las relaciones, una falta de fidelidad e integridad que lleva a experiencias dolorosas que dañan a todos los involucrados.
Jesús, gobernante sobre el pecado y nuestro verdadero objetivo
La Escritura presenta a Jesús de Nazaret tanto como Dios, como plenamente humano y dice que Jesús evitó el pecado por completo. Él nunca erra en el objetivo de amar a cada ser humano como ama Dios.
Él enseña a sus seguidores que la instrucción más importante de Dios, la que resume todas las leyes y los profetas, es amar a Dios y amar a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:35-40). Así, él está reafirmando la naturaleza esencial y el objetivo original de la vida humana verdadera. El Apóstol Pedro dice que Jesús "no cometió pecado, llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia" (1 Pedro 2:22-24).
Debido al amor inquebrantable de Dios por cada uno de nosotros, podemos ser honestos en cuanto cómo le erramos al objetivo (khata' / pecado), doblamos o distorsionamos lo que es bueno (avon / iniquidad), y fracturamos las relaciones (pesha / transgresión). Podemos poner fin a las conversaciones obsesivas sobre chicos buenos versus chicos malos o quién está haciendo lo correcto o lo incorrecto y, en su lugar, amar a todos como lo hace Dios. Al hacerlo, trasladamos el pecado bajo la luz buena que Jesús genera y empezamos a entender lo débil que es en comparación con la fuerza amorosa de Dios. Podemos aprender a dominarlo en lugar de permitir que gobierne sobre nosotros.
Los autores de la Biblia hebrea estaban contando una historia que apuntaba a Jesús y los autores del Nuevo Testamento nos enseñan que Jesús es quien muestra a la humanidad cómo "morir al pecado y hacer lo que es justo". Cuanto más nos sumergimos en su historia, más nos damos cuenta de que evitar el pecado tiene todo que ver con las relaciones correctas con Dios y los demás.
Durante la vida cotidiana o en temporadas especiales como la Cuaresma, cuando reflexionamos sobre el pecado y sus efectos corruptores, recordamos a través de las Escrituras que Jesús es la meta, el objetivo verdadero. Amar a los demás como él es escapar de la corrupción del pecado y llegar a ser plenamente humano, verdaderamente vivo.