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Reyes versus profetas

Adelanto: La Palabra de Dios siempre vence

Es fácil leer 1 y 2 Reyes y pensar que contienen la historia de Israel. Aunque ambos libros cuentan la historia de Israel y la sucesión de sus reyes, el autor no escribe con el único fin de dejar constancia histórica. Lo sabemos porque cita libros de fuentes externas llamados las “Crónicas de los reyes de Israel” extensamente. Después de la historia de cada reinado, el autor dice que podemos leer más sobre ese rey en dichos textos. Nota las referencias a los textos mencionados a lo largo de la lectura (1 Reyes 14:19, 15:31, 16:5, 16:14, 16:20, 16: 27; 22:39 y 2 Reyes 1:18, 10:34, 13:8, 13:12, 14:15, 14:28, 15:11, 15:21, 15:26, 15:31). ¡Vaya, son muchas referencias a fuentes externas!

Claramente, ya existían registros históricos de los reyes y los lectores tenían acceso a ellos. Sin embargo, si el propósito principal de los libros no es un relato histórico de los reyes, ¿cuál es el objetivo de 1 y 2 Reyes?

Un nuevo paradigma

El autor de 1 y 2 Reyes es tanto un teólogo como un historiador. Está escribiendo una historia profética sobre cómo la palabra de Dios en la Torá y los Profetas fue la verdadera historia del Señor de Israel. Los libros están escritos desde la perspectiva de alguien que vivió mucho después del exilio de las tribus del norte (2 Reyes 17), la destrucción de Jerusalén y el exilio a Babilonia (2 Reyes 24-25). Esta historia teológica explica por qué Israel y Judá están en exilio: sus reyes y su pueblo se opusieron a la palabra de Dios y persistieron en su rebelión hasta llegar al exilio.

Aunque Israel tuvo muchos reyes, no eran la máxima autoridad en Israel. En realidad, la verdadera autoridad era la palabra del pacto de Dios. Por eso Dios creó el oficio profético, para contrarrestar el oficio de la realeza. Por cada rey, había un profeta o grupo de profetas opuestos listos para poner el pacto frente al rey y llamarlo a rendir cuentas ante la palabra de Dios. Por lo tanto, 1 y 2 Reyes podrían llamarse, más precisamente, “1 y 2 Reyes versus los profetas”. El autor enfrenta a cada nuevo rey con uno o varios profetas para ayudarte a ver que, en última instancia, la palabra profética de Dios determina la historia de Israel. En realidad, son los profetas y la palabra pronunciada a través de ellos los que impulsan los libros.

Los amargos enfrentamientos

Vamos a retomar la historia en 1 Reyes 11. A estas alturas, cualquier esperanza que tuvieras de que Salomón pudiera ser el rey prometido de Israel para gobernar las naciones se ha desvanecido para siempre. Su reino (¡y su propio corazón!) se vio comprometido por la idolatría y la injusticia, lo que finalmente condujo al desastre.

Entra en escena el primer profeta del libro: Ahías.

Ahías confirma la palabra de Dios en 1 Reyes 11. Salomón muere y su hijo, Roboam, es un completo inútil. Como resultado, el reino se divide en dos: Israel en el norte y Judá en el sur. Esto nos lleva a un momento crucial en Israel. En 1 Reyes 12, Ahías habla en nombre del pacto de Dios con Israel y David. Dice que toda la historia de Israel va a estar determinada por la respuesta del pueblo a estos pactos. ¿Escucharán la palabra profética de Dios? Veamos.

Roboam versus Semaías (1 Reyes 12)

Roboam reinó sobre la tribu del sur, Judá, pero perdió el control de las tribus del norte ante Jeroboam. En 1 Reyes 12, decide reunir un ejército y luchar por la casa de Israel con la esperanza de que su reino sea restaurado. Pero sus planes se ven frustrados cuando la palabra de Dios llega al profeta (o al “hombre de Dios”) Semaías. Semaías se enfrenta al rey Roboam y a la casa de Judá, y les transmite esta palabra del Señor:

“No subirán ni pelearán contra sus hermanos los israelitas. Vuelva cada uno a su casa, porque de Mí ha venido esto” (1 Reyes 12:24).

Eso fue todo. Según las Escrituras:

“Y ellos escucharon la palabra del Señor, y se volvieron para irse conforme a la palabra del Señor” (1 Reyes 12:24).

Un punto para el profeta, cero puntos para el rey. La palabra del Señor prevaleció sobre los planes del rey. No importaba que Roboam hubiera reunido a ciento ochenta mil guerreros y congregado a las tribus de Judá y Benjamín para luchar contra Israel. Cuando el rey se enfrentó a la palabra profética de Dios, la palabra prevaleció.

Jeroboam versus “un hombre de Dios” y Ahías (1 Reyes 13 y 14)

En el norte, Jeroboam tenía un reino nuevo y grande, pero también tenía un problema. La presencia del Señor permanecía en el sur, por lo que su pueblo iba continuamente a Jerusalén para ofrecer sacrificios. El rey temía que su pueblo regresara bajo el dominio de Roboam, por lo que creó su propio sistema de adoración en el norte, erigiendo dos becerros de oro para que el pueblo los adorara. Esto no le salió bien a Aarón en Éxodo 32, y tampoco le sale bien a Jeroboam en este caso.

Es confrontado dos veces con la palabra profética. Primero, en 1 Reyes 13, “un hombre de Dios” se le opone en el altar de Betel, denunciando su idolatría y anunciando el fin del reino del norte. Jeroboam intenta comprar el favor de este profeta, pero el hombre de Dios lo rechaza, negándose a desobedecer la palabra del Señor.

Luego, en 1 Reyes 14, Jeroboam se enfrenta a Ahías (el primer profeta en 1 Reyes). El hijo de Jeroboam se enferma, así que envía a su esposa a ver a Ahías para saber qué pasará. El profeta habla en nombre de Dios. Su hijo morirá, pero su muerte será más llevadera que lo que está a punto de sucederle a la nación. El Señor va a destruir la casa de Jeroboam por su descarada idolatría. La palabra profética se confirma con la muerte de su hijo en el mismo momento en que su esposa llega a casa. La palabra del profeta gana en otro enfrentamiento entre un rey y un profeta.

Acab y su familia versus Elías (1 Reyes 17 y 18)

La sucesión de reyes del norte que se oponen a la palabra del Señor alcanza su punto culminante cuando Acab toma el trono. El capítulo 16 del primer libro de Reyes dice que Acab hizo más mal a los ojos del Señor que todos los reyes anteriores a él. Junto con su esposa cananea, Jezabel, el rey Acab instituye la adoración del dios cananeo Baal sobre Israel. Su reino se caracterizó por la apostasía radical.

Dios levantó a Elías, el profeta más prominente del Antiguo Testamento, para enfrentarse a Acab. Rápidamente se convierte en el mayor archienemigo de Acab, y vemos por qué en 1 Reyes 18. En esta famosa historia, Elías desafía a 450 profetas de Baal para ver quién es el mejor dios. Invita al pueblo a que rinda lealtad al dios verdadero, al dios que responda con fuego. En una dramática demostración de poder, Dios consume el sacrificio de Elías con fuego del cielo, mientras avergüenza totalmente a los profetas de Baal. El pueblo cae rostro en tierra y declara que Yahweh es el único Dios verdadero.

Después de esto, Elías se enfrenta de nuevo a la injusticia de Acab y anuncia la caída de su casa en 1 Reyes 21. Elías condena sus prácticas malignas, y Dios no permite que la maldad y la injusticia de Acab continúen. Acab muere y su casa queda desolada cuando las tribus del norte son llevadas al exilio tiempo después (1 Reyes 22). En sus continuos enfrentamientos con Acab, queda claro que Elías es un profeta del Dios verdadero y que la palabra del Señor obra poderosamente en él.

Jehú versus Eliseo

La centralidad de la palabra profética continúa en Elías y su discípulo, Eliseo. De hecho, un larguísimo fragmento textual que abarca catorce capítulos (desde 1 Reyes 17 hasta 2 Reyes 9) se centra principalmente en la obra de estos dos destacados profetas. La actividad profética de ambos impulsa la narración.

Uno de los enfrentamientos más notables de Eliseo es con el rey Jehú. El profeta unge a Jehú en 2 Reyes 9 y le ordena que acabe con la casa de Acab. Al convertirse en rey, hay una sangrienta batalla y un asesinato, y la historia se vuelve bastante complicada. En 2 Reyes 10, Jehú destruye la adoración a Baal en Israel, como correspondía, ¡pero continúa adorando a los becerros de oro de Jeroboam en Betel y Dan! No prestó atención a la palabra del Señor y siguió llevando a Israel por un camino sin retorno.

Israel se dirigía al desastre, y la culpa era de ellos mismos. El autor hace una pausa en 2 Reyes 17 para asegurarse de que lo hemos entendido. Todos los desastres que se abatieron sobre el reino del norte fueron consecuencia directa de su rechazo a la palabra del Señor. Dios les envió profetas para confrontarlos y corregirlos, pero persistieron en sus patrones de idolatría, injusticia y rebelión hasta que un día fueron aniquilados.

Ezequías versus Isaías (2 Reyes 18-20)

Por desgracia, Judá se dirigía hacia el mismo destino de su hermana mayor. Dios envió profetas para advertir a Judá de que no imitara los caminos de Israel. El rey Ezequías respondió positivamente a la palabra profética. Eliminó los lugares altos y derribó los pilares de Asera. En 2 Reyes 18-19 leemos que Ezequías se aferró al Señor y guardó sus mandamientos. Cuando llegó la amenaza asiria, clamó a Dios en busca de ayuda. A través de la mediación del profeta Isaías, Dios escuchó y respondió a Ezequías. ¡Por fin un buen tipo! ¿Verdad?

Ojalá fuera tan sencillo. Más adelante en su reinado, Ezequías toma algunas decisiones bastante insensatas. Cuando la superpotencia Babilonia emerge como una amenaza mundial, Ezequías invita a los enviados babilonios a sus almacenes y les muestra toda su riqueza. Su orgullo lo hace a él y a su reino vulnerables a los ataques. Esta locura provoca un oráculo de juicio de Isaías: Judá también irá al exilio (2 Reyes 20).

Josías versus Hulda

A medida que seguimos leyendo, encontramos más tipos malos, incluido el peor de los reyes de Judá, Manasés, pero también aparece un personaje sorprendentemente “bueno” en 2 Reyes 22. Josías ocupa el trono. Durante su reinado, se descubre el libro de la ley y se lee en voz alta. Josías está desconsolado por el pecado de Judá y envía a Hulda, una profetisa, a consultar al Señor. ¿Qué debe hacer Judá?

La profetisa dice que el desastre se avecina sobre Judá porque han abandonado a Dios a causa de la idolatría. Josías no experimentará este desastre debido a su humildad y arrepentimiento, pero Judá también irá al exilio debido a su pecado. Aunque Josías renueva el pacto y restaura la Pascua en su época, todo es demasiado poco y demasiado tarde. Debido a la apostasía de Judá, el exilio está llegando. Es solo cuestión de tiempo hasta que la palabra profética se cumpla.

La historia profética versus la historia moderna

¿Ves cómo 1 y 2 Reyes realmente tienen que ver con la palabra profética de Dios y con cómo esa palabra determina el curso de la historia de Israel, hasta el exilio? Los profetas continúan diciéndoles a los reyes que, si no se arrepienten de la idolatría y no vuelven a Dios, el exilio llegará. Cuando Yahweh ya no puede soportar su rechazo absoluto del pacto, los entrega a lo que los profetas dijeron que sucedería desde el principio.

Pero, ¿es esa la última palabra? ¿Es el exilio EL FIN para el pueblo de Dios?

¿Qué pasa con los profetas? ¿Qué les sucede ahora que todo el pueblo de Dios está exiliado? El segundo libro de Reyes nos regala un rayo de esperanza. Veremos cómo continúa la historia de Dios en el exilio.

Basta con decir que estos libros nos hacen desear un rey piadoso de la línea de David que guarde la palabra de Dios. Necesitamos un profeta que pronuncie la palabra de Dios y un rey que la defienda. ¡Ojalá no estuvieran enfrentados!

En Jesús, los oficios de rey y profeta colisionan. Pero no es una confrontación como las de los reyes y los profetas de 1 y 2 Reyes. Más bien, es una dulce comunión en una figura perfecta de profeta-rey. Esta figura es tanto un profeta como Moisés (¡y Elías!), que pronuncia la palabra autorizada de Dios, como un rey más grande que Salomón, que defiende esa palabra. Si, mientras lees 1 y 2 Reyes, el choque continuo entre los reyes y los profetas te lleva a anhelar algo o alguien mejor, vas por buen camino. El relato te está preparando para la llegada de Jesús, el profeta-rey perfecto.

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