¿Cuál es el propósito de la unción? Mira nuestro video temático para comprender este ritual a lo largo de la Biblia y cómo se relaciona con Jesús y sus seguidores.
En el antiguo Israel se vertía un aceite especial y perfumado sobre las personas y los lugares para designarlos para una tarea sagrada. Esta práctica se llama "unción". Era habitual en el mundo antiguo y la compartían muchos de los pueblos vecinos de Israel.
La unción es un tema bíblico clave que vemos por primera vez en las primeras páginas de Génesis. Se desarrolla a lo largo de la Biblia hebrea y culmina con la llegada de Jesucristo, el ungido.
Para comprender realmente el significado simbólico del aceite de la unción, tenemos que remontarnos a Génesis 1-2. Las raíces de ungir algo con un propósito singular se ven en los relatos de la creación (Génesis 1:1-2:3) y del Edén (Génesis 2:4-3:24).
En las líneas iniciales del relato de la creación en siete días, comenzamos con el estado previo a la creación, representado por el caos-agua (demasiada agua) y la oscuridad. A esos elementos de "no-creación" se enfrenta el Espíritu de Yahweh. De las aguas, el Espíritu y la Palabra de Yahweh hacen surgir la tierra seca y las plantas del jardín, concretamente los árboles frutales.
En las líneas iniciales de la historia del Edén (Génesis 2:4-3:24), comenzamos con el escenario opuesto. El estado anterior a la creación es un caos-desierto (no hay suficiente agua). Pero este desierto de "no-creación" se enfrenta al "agua" de Yahweh: del desierto, Dios llama a la existencia a un jardín y a los seres humanos con su agua y su Espíritu.
El Espíritu de Dios y el agua se emparejan por analogía: el agua hace surgir un jardín del desierto, y el Espíritu de Dios infunde vida a la humanidad. A partir de este punto del relato bíblico, el Espíritu de Dios/agua que se derrama sobre un lugar o una persona se convierte en intercambiable con Dios que toma algo que, por sí mismo, carece de vida y lo llena de la vida del Cielo.
Siguiendo con la narración del Edén, Dios hace a los humanos a su imagen y los designa como administradores y cuidadores del jardín en su nombre. El ser humano es formado a partir del polvo, y Dios infunde su propio aliento vital en el polvo, planta un jardín y coloca al ser humano en el jardín como imagen divina.
Al ser ungidos mediante el agua y luego el Espíritu, los humanos son marcados como "portales" entre el Cielo y la Tierra, Dios y la creación. Son los sacerdotes reales del Edén, que permiten que la presencia, el propósito y el sabio gobierno de Dios se espejen y reflejen en la Tierra.
Cuando los humanos (o los lugares) son ungidos en la historia bíblica, eso significa que son llamados a representar a Dios en la Tierra. Por eso vemos la unción de sacerdotes, templos, profetas y reyes a lo largo de la historia: estas personas y lugares son representantes de la presencia, el propósito y el sabio gobierno de Dios.
Pero estos humanos ungidos fracasan repetidamente en su vocación como representantes fieles de Yahweh y como lugar donde el Cielo y la Tierra son uno. Esta pauta crea esperanza en el ungido supremo, ungido no sólo con aceite, sino con agua y Espíritu; no un simple puente hacia el Cielo, sino el Cielo mismo que viene a la Tierra. Éste es Jesucristo. Y "Cristo" no forma parte de su nombre: es un título que significa "ungido".
Jesús es el nuevo humano, el sacerdote supremo, el Rey cósmico. Es la vida celestial de Dios que entra en nuestro mundo de formas nuevas y sorprendentes. Después de que Jesús resucitara de entre los muertos, extendió su unción por el mundo a través de sus seguidores, o "cristianos", de la palabra "Cristo". Estos cristianos son ungidos que siguen al Ungido.
El Espíritu de Dios marca a los cristianos para que llenen más la Tierra con la vida del Cielo. Un día, cuando el Cielo y la Tierra vuelvan a unirse plenamente, lo divino y lo humano convivirán en armonía, y los ungidos reinarán junto a Jesús, el Ungido.