El templo es una rica imagen bíblica que describe el lugar donde Dios y la humanidad se superponen. Aprende más sobre cómo el templo apunta a Jesús a través de este video.
Preguntas para la reflexión personal o conversación grupal:
Compara y analiza el diseño de tres niveles de la creación (Cielo, Tierra y mar) que Dios culmina el séptimo día (Génesis 1:1-2:2) con el diseño de tres partes del Templo de Salomón (lugar santísimo, lugar santo y patio) culminado después de siete años (1 Reyes 6). ¿Qué similitudes y diferencias te llaman la atención?
¿De qué manera los seres humanos no confían en Dios mientras trabajan en el templo del jardín cósmico (Génesis 3:1-6) y en el Templo de Salomón (1 Reyes 9:1-9 y 11:1-13)? ¿Qué sucede como resultado (ver Génesis 3:7-24; 2 Crónicas 36:15-21)?
¿Qué observas al comparar la dedicación del Templo de Salomón (2 Crónicas 7:1-3) con la inauguración de los nuevos templos humanos de Jesús (Hechos 2:1-4)?
Analiza cómo los autores del Nuevo Testamento describen a la Iglesia como el nuevo templo de Dios (ver Efesios 2:19-22; 1 Pedro 2:4-5).
El antiguo templo israelita era el lugar donde la humanidad podía morar junto a su santo Dios. La edificación en sí misma era un símbolo que señalaba el deseo de Dios de vivir en medio de sus socios humanos y gobernar el mundo por medio de ellos.
El templo era un lugar sagrado para los antiguos israelitas. Era donde los representantes sacerdotales de Israel entraban a la presencia de Dios en nombre del pueblo para ofrecer sacrificios y estar en la presencia de Yahweh. Los peregrinos israelitas viajaban al templo y lo consideraban la piedra angular de su relación del pacto con Dios.
El destino del exilio
Pero este poderoso símbolo de esperanza futura no duró mucho. Los libros de Josué hasta 2 Reyes cuentan la historia de cómo Israel entró a la tierra prometida, se rebeló contra su Dios y deshonró el templo en Jerusalén. Así que, después de siglos de paciente espera, Dios entregó a Israel y su templo a los poderes imperiales de Asiria y Babilonia, que saquearon y destruyeron el templo y exiliaron a Israel de su patria. Israel repitió la rebelión de Adán y Eva y sufrió un resultado similar. Y aunque muchos israelitas finalmente regresaron a Jerusalén para reconstruir el templo, nunca experimentaron la presencia de Dios allí de la misma manera. Por eso, los profetas bíblicos hablaron de un futuro templo, a donde el Dios de Israel regresaría para morar entre su pueblo.
Jesús es el nuevo templo
Entender la importancia del templo arroja nueva luz sobre la historia de Jesús. El Evangelio de Juan comienza diciéndonos que Jesús de Nazaret era la gloriosa presencia del templo del Dios de Israel encarnado como ser humano. "El verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria" (Juan 1:14). A Jesús se le describe con lenguaje del tabernáculo, la gloria divina del templo que se hizo humana. Jesús es la realidad suprema a la que apuntaba el templo.
El templo renovado
Cuando el Espíritu Santo vino a establecer su morada entre los seguidores de Jesús en Pentecostés (Hechos 2), Dios apareció como fuego, haciendo eco de cuando la presencia divina llenó el templo de Jerusalén (1 Reyes 8). Esto también nos ayuda a entender por qué los primeros seguidores de Jesús se describieron a sí mismos como templos humanos. El apóstol Pedro llamó al pueblo de Jesús: “...piedras vivas, sean edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pedro 2:5). Por medio de Jesús, la humanidad es invitada a recuperar su llamado original y a gobernar el mundo junto a él, en asociación con Dios.
Eso es lo que vemos en la última página de la Biblia, donde toda la creación se renueva y el Cielo y la Tierra se unen en una nueva ciudad jardín (Apocalipsis 21-22). Se nos dice que allí no se construirá ningún templo (Apocalipsis 21:22) porque Dios mismo es el templo, y su pueblo podrá vivir y gobernar directamente en su presencia.