El alimento, el oxígeno y el agua ocupan un lugar destacado entre las necesidades más básicas de la vida. Para completar la categoría de "necesidades esenciales", podríamos añadir vivienda o refugio, pero Jesús agregaría una más: relacionarnos correctamente con los demás. Cuando le dice a la gente que tenga "hambre y sed de justicia", podríamos suponer que está hablando de un deseo personal de santidad. Pero la justicia o rectitud, según Jesús y el resto de la Biblia, consiste en relacionarse correcta o justamente en amor. Y, en Mateo 5:6, Jesús sugiere que amar a los demás es una necesidad básica humana, como comer o beber agua.
En las primeras líneas de su Sermón del Monte, Jesús dice: "Qué buena es la vida para quienes tienen hambre y sed de relaciones correctas (justicia o rectitud), porque ellos serán saciados" (Mateo 5:6, Traducción de Proyecto Biblia).
Nuestro término en español, "justicia o rectitud" proviene de la palabra hebrea tzedakah y la palabra griega dikaiosune. Ambos términos transmiten ideas importantes, como justicia, generosidad y honestidad, y describen formas de relacionarse correctamente con los demás y con Dios.
Incluso si entendemos lo que significa la palabra justicia, Mateo 5:6 plantea una pregunta clave: ¿qué significa tener hambre y sed de justicia en el contexto de las enseñanzas de Jesús?
Por radical que parezca, la enseñanza de Jesús no es nueva. De hecho, esta forma de relacionarse al revés, que eleva a los demás en lugar de oprimirlos para obtener beneficios personales, está entretejida en toda la historia de la Biblia, de principio a fin.
La justicia en la Biblia hebrea
El mundo creado por Dios está configurado en torno a una relación intrínsecamente correcta (véase Génesis 1). Los seres humanos caminan con Dios y son creados como socios portadores de la imagen de Dios al cuidar del resto de la creación. Ahí tenemos la primera imagen de la justicia: la relación correcta o justa de la humanidad con Dios, con los demás y con la tierra donde viven.
Cuando Adán y Eva eligen ignorar la instrucción de Dios y comen del árbol del conocimiento del bien y el mal, escogen dejar de tener una relación correcta con Dios. Inmediatamente ocurre un cambio radical en la forma en que se relacionan entre sí y con todo lo que los rodea. Escucha la respuesta de Adán después de que Dios le pregunta: "¿Has comido del árbol del cual Yo te mandé que no comieras?". Adán dice: "La mujer que Tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí" (Génesis 3:11-12 NBLA).
Cuando Dios se dirige a Eva, ella también desvía la culpa hacia la serpiente. De repente, el hombre y la mujer se preocupan por su propia supervivencia en una forma que requiere la subyugación del otro y del mundo que les rodea. Antes, los humanos se relacionaban correctamente entre ellos y con su Creador, pero después se escondieron de él y respondieron de manera deshonesta a sus preguntas. Lo peor es que comenzaron a morir, porque relacionarse correcta y justamente es esencial para la vida cotidiana.
Desde entonces, el deseo inherente de la humanidad de relacionarse correcta y justamente ha sido sustituido por el miedo y el apetito de protección y beneficio personal. Se nos enseña a competir por los recursos y a defender lo que tenemos, manteniendo alejados a los demás y a los enemigos a cualquier precio.
Pero Dios no quería dejar las cosas así, por lo cual comenzó a instruir a las personas periódicamente, como cuando dio la ley a Israel por medio de Moisés. La ley tenía por objeto abordar el anhelo destructivo de la humanidad: un tipo de hambre y sed mortíferos. La práctica diaria de la ley de Moisés creó ritmos de relaciones justas y correctas con Dios y con los demás que socavan los estilos de vida egocéntricos. Cuando las personas y comunidades enteras siguen estas instrucciones, los que habitualmente se ven perjudicados o ignorados por los hambrientos de poder (los pobres y los que carecen de poder, las viudas y los huérfanos) pueden encontrar una nueva vida gracias al cuidado mostrado por sus vecinos.
A pesar de las instrucciones dadas por Dios, la humanidad sigue buscando la supremacía con la determinación de un lobo hambriento que busca su presa. En respuesta, Dios llama persistentemente a su pueblo a que vuelva a relacionarse correctamente, así, finalmente saciará su anhelo más profundo.
”Todos los sedientos, vengan a las aguas;
Y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman.
Vengan, compren vino y leche
Sin dinero y sin costo alguno.
¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan,
Y su salario en lo que no sacia?”
Justicia, hambre y sed en el Sermón del Monte
Dado que la idea de relacionarse justa y correctamente es esencial en la historia de la Biblia, no sorprende que el tema ocupe un lugar central en el Sermón del Monte de Jesús (Mateo 5:20, 6:1, 6:33, 7:12). Cuando Jesús se sienta en la ladera de la montaña, rodeado de una multitud de personas presenta con lujo de detalles un estilo de vida revolucionario que tiene sus raíces en la antigua sabiduría de la Biblia hebrea. A través de sus palabras, Jesús prepara la mesa e invita a quienes escuchan a que experimenten una forma de vida revitalizadora que satisfaga nuestro anhelo de tener buenas relaciones con todas las personas. Esta es la forma de relacionarnos que define el estilo de vida del Reino de Jesús.
"Qué buena es la vida para los pobres de espíritu", dice Jesús, "pues de ellos es el reino de los cielos". "Qué buena es la vida", promete, "para los pacificadores" (Mateo 5:3, 9, TPB).
Las tiernas palabras de Jesús tienen el poder de transformar, nos invitan a abandonar nuestra sed de autosuficiencia y poder. Así como un padre afectuoso levanta suavemente la mirada de su hijo para que se encuentre con la suya, Jesús nos invita a ser transformados por el deseo de una relación justa y correcta con él y con los demás. "Sean como yo", dice. "Permitan que la perspectiva que ustedes tienen del mundo dé un vuelco y anhelen una nueva forma de vivir y relacionarse."
Este tipo de justicia es más que un código moral personal. Según Jesús, es posible vernos consumidos por seguir reglas sin anhelar tener relaciones justas (Mateo 5:20). Jesús también confronta a un grupo de eruditos de la Biblia que cumplen con experticia la ley ¡al mismo tiempo que oprimen a los vulnerables! (Mateo 23:1-36). Ellos actúan con maldad y piensan que son las personas más justas de la ciudad.
Jesús dice que la verdadera justicia apunta al primer jardín y describe la ética del Reino de Dios. Esta forma de vida no está inspirada por un apetito por el beneficio personal, sino por un hambre de amor que obliga a una persona a que sea justa y equitativa con los demás, a que busque la paz con todos y a que dé con generosidad y sin restricciones (véase Mateo 5:38-42). Jesús vive así sin fallar e invita a todos a que se unan a él en la búsqueda de justicia en nuestras vidas y en nuestro mundo.
A eso se refiere Jesús cuando dice: "Más bien, busquen primero su Reino y el hacer lo que es justo según él, y todas estas cosas les serán añadidas" (Mateo 6:33, TPB).
Antes de presentar a sus oyentes esta desafiante promesa, Jesús les asegura que Dios se preocupa por sus necesidades físicas. "Así que no se preocupen diciendo: '¿Qué vamos a comer?' o, '¿Qué vamos a beber?' o, '¿Con qué nos vestiremos?'. Él dice: "Las naciones buscan constantemente todas esas cosas y su Padre en los cielos sabe que ustedes necesitan todo eso" (Mateo 6:31-32, TPB).
El mensaje es simple y revolucionario a la vez. Jesús nos invita a que entreguemos a Dios la esencia de nuestra existencia diaria y que al mismo tiempo, nos dejemos consumir por el hambre de relaciones justas de su Reino.
Ustedes serán saciados
Cuando confiemos en que relacionarnos correctamente con Dios y con los demás no es menos esencial para la vida que la comida o el agua, nos enseña Jesús, nuestra vida dará un vuelco. Comenzaremos a vivir como si ya estuviéramos en el Reino de Dios (y empezaremos a saborear su bondad). Durante todo su tiempo en la Tierra, Jesús levantó a los oprimidos y desafió a quienes buscaban poder a costa de los indefensos. Como expresión suprema de ese camino de justicia, Jesús renunció voluntariamente a su vida. Su muerte es a la vez una demostración del hambre cruel de poder de la humanidad y de la ilimitada misericordia, justicia y búsqueda decidida de relaciones justas de Dios.
Jesús nos llama a que dejemos de lado nuestro anhelo de obtener beneficios personales y nos volvamos como él. Él promete que nuestro hambre de ese estilo de vida no nos dejará insatisfechos: "Qué buena es la vida para quienes tienen hambre y sed de relaciones justas, porque ellos serán saciados" (Mateo 5:6, TPB). ¿Lo entendiste? Nos está diciendo que si tenemos hambre de relacionarnos correctamente con los demás, finalmente nos sentiremos satisfechos. Toda la humanidad restaurada vivirá en un mundo floreciente donde ningún ser humano le hace daño a otro ni se relaciona injustamente con los demás.
Ese es el hogar para el cual todos nacimos. Si tenemos hambre de eso, seremos saciados. Mediante su estilo de vida y su enseñanza, Jesús cambia nuestro corazón de forma lenta pero segura, nos enseña a amarnos mutuamente como él nos ama y nos guía a un hogar incorruptible donde relacionarse correctamente (justamente) será nuestro día a día.