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¿Sacrificio de animales? ¿En serio?

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Para muchos de nosotros, Levítico puede ser un libro difícil de leer, sobre todo cuando llegamos a los capítulos que describen el sacrificio de animales. ¿No podemos saltarnos esta parte? El sacrificio de animales es una práctica extraña para muchos lectores modernos de la Biblia; la mayoría de nosotros sencillamente no tenemos categorías mentales para comprender lo que ocurre en estas secciones de las Escrituras.

Nuestras ideas modernas sobre el sacrificio de animales proceden de todo tipo de lugares, la mayoría de los cuales no son bíblicos en absoluto. Van desde las prácticas paganas en los templos de la antigua Grecia hasta ejemplos modernos, como el festival Gadhimai del sur de Nepal, suspendido recientemente. Muchos de nosotros hemos heredado una historia sobre el sacrificio de animales, y dice algo así: “Los dioses están enfadados conmigo y van a matarme. Pero quizá, si mato a este animal y me aseguro de que los dioses reciban su porción de carne, se apaciguarán y estarán contentos. Quizá no me maten ni envíen una plaga a mi familia”.

Claro que suena a comportamiento de bárbaros, pero los dioses también lo son.

Si alguna vez has leído (u oído hablar) de alguno de los clásicos griegos de Homero, como La Ilíada o La Odisea, o tal vez de las obras mesopotámicas más antiguas como la Epopeya de Gilgamesh, reconocerás esta historia. El problema es que, cuando leemos sobre el sacrificio de animales en la Biblia, suponemos que esos mismos dioses son los que están actuando. Gran parte de la creencia cristiana popular simplemente ha importado una historia pagana (que evoca los textos culturales griegos y babilonios mencionados anteriormente) a Levítico y a los relatos sobre la muerte de Jesús en la cruz.

La historia que nos contamos a nosotros mismos sobre los sacrificios

El resultado es una trágica ironía. Lo que la Biblia describe como una expresión del amor de Dios se distorsiona hasta convertirse en algo oscuro.

Nuestra versión es la siguiente: “Dios es santo y perfecto. Yo no lo soy. Por lo tanto, Dios está enfadado conmigo, o me odia, así que tiene que matarme. Pero como es misericordioso, dejará que le lleve este animal y hará que maten al animal en vez de a mí. Afortunadamente, Jesús vino para que Dios lo mate a él en vez de a mí. Jesús nos rescata de Dios, así que ahora podemos ir para siempre a ese lugar feliz después de morir y no al lugar malo".

¿Te suena esta historia? Si es así, no eres el único. El problema principal de esta historia es que contiene suficiente lenguaje bíblico como para pasar por lo que realmente dice la Biblia sobre el sacrificio de animales y la muerte de Jesús. Sin embargo, si das un paso atrás y permites que Levítico y el Nuevo Testamento hablen por sí mismos, podrás reconocer que esta historia es falsa. Estos conceptos erróneos sobre el carácter de Dios suelen originarse en Levítico y luego continúan distorsionando fundamentalmente nuestra comprensión de Dios en el resto del Antiguo Testamento. Este malentendido tiene un efecto dominó: distorsiona lo que creemos sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús en el Nuevo Testamento.

Sacrificios y pecado

En Levítico, el pecado humano es un acto que vandaliza, infecta y contamina el mundo bueno de Dios. Esta idea tiene sus raíces en la descripción de la rebelión humana que se encuentra en Génesis 3-11. El pecado es el resultado de relaciones fracturadas y conduce a luchas de poder, violencia, y maldad generalizada y sistémica.

Todo ello tiene un efecto corrosivo, o contaminante, no solo en el transgresor, sino en toda la comunidad. Recuerda que Levítico está justo después de la finalización del tabernáculo, lugar en el que Dios va a morar en el centro de la comunidad israelita. El pecado de Israel no contamina solamente el campamento, sino incluso el mismo espacio sagrado. Hace que Dios quiera irse, del mismo modo que no te gustaría quedarte en un lugar que esté vandalizado y lleno de basura por todas partes.

Y no se trata simplemente de un espacio común. El tabernáculo, y el templo, es el lugar de encuentro del Cielo y la Tierra: el trono de Dios en el espacio humano. La rebelión de Israel no consiste simplemente en quebrantar una regla. Tiene que ver con que los seres humanos están haciendo que la corrupción, el dolor y la muerte entren en el mundo de Dios. Incluso podrían estar haciendo entrar esa corrupción en la morada de Dios. Si el Dios de Israel abandona el espacio del templo, toda la nación sufrirá las consecuencias de vivir en una tierra sin Dios.

Ya conocemos esta historia de Génesis 3-11, cuando la humanidad tuvo que abandonar la presencia de Dios en el Edén. Esto condujo a la rebelión de Babilonia y, finalmente, a que el pueblo de Dios fuera esclavizado en Egipto. La historia de lo que ocurre en Egipto es una exploración de lo que sucede cuando los humanos se apropian del mundo bueno de Dios y redefinen el bien y el mal en sus propios términos. La justicia de Dios es la única respuesta apropiada a este tipo de vandalismo rebelde.

Pero Dios no quiere que la gente siga el mismo camino y sufra las mismas consecuencias. Dios sabe que los israelitas son humanos corruptos como el resto de la humanidad, pero quiere estar cerca de su pueblo. Por eso le prometió a Abraham que restauraría la bendición divina a las naciones a través de sus descendientes (recuerda Génesis 12).

Dios, en virtud de su propia palabra, ha prometido no destruir a Israel cuando peque contra él. Esto nos lleva a la forma alternativa que tiene Dios de lidiar con el pecado y la rebelión de Israel. Es un ritual simbólico tomado de una práctica existente entre los vecinos de Israel (el sacrificio de animales), pero con un nuevo significado. ¡Vayamos más profundo!

El sustituto simbólico

A estas alturas, el dilema básico asumido en Levítico debería quedar claro: los israelitas son humanos pecadores y corruptos (como todos nosotros), y van a seguir pecando. Necesitan desesperadamente que Dios los purifique y los limpie. Los israelitas necesitaban un sistema que pudiera apartarlos del pecado, pagar su “deuda” por el pecado, limpiar y purificar de pecado la comunidad y el templo, y permitirles permanecer en la presencia de Dios.

Esto nos lleva a la práctica del sacrificio de animales introducida en Levítico. El sacrificio de animales era una práctica habitual en el contexto del antiguo Próximo Oriente. Pero en Levítico tiene un sentido y un significado totalmente distintos: los israelitas no se enfrentan a los dioses coléricos y volátiles de sus antiguos vecinos.

Para los israelitas, degollar a un animal y ver cómo su sangre (es decir, su vida) se escurría de su cuerpo era un símbolo visceral de los devastadores resultados de su pecado y egoísmo. Es mucho lo que está en juego: la maldad humana libera la muerte en el mundo. Puede que no parezca gran cosa engañar a tu vecino o robar un burro. No es como si estuvieras asesinando a alguien, ¿verdad? Pero multiplica esa transgresión por decenas o cientos de miles de personas y obtendrás una comunidad violenta y corrupta. Cuando el pecado se libera en el mundo, se agrava y comienza una espiral descendente que ya hemos visto con anterioridad en la historia bíblica. Así que la muerte del animal es un símbolo físico de lo que realmente está en juego: la vida o la muerte de la comunidad. Se podría decir que esta es la parte disuasoria del símbolo.

Sin embargo, la muerte del animal no era un mero recordatorio de las trágicas consecuencias del pecado. La vida del animal también se ofrecía como sustituto simbólico. Si el pecado vandaliza el mundo de Dios con muerte y dolor, entonces Dios tiene todo el derecho de hacer que la gente se enfrente a las justas consecuencias. Pero Dios ama a su creación y no quiere matarlos, por lo que la vida del animal se ofrece simbólicamente como pago de un rescate que los cubrirá.

Sacrificio y expiación

La palabra “cubrir” es el significado literal de las palabras hebreas kipper/kofer y más tarde se tradujo al castellano antiguo como “expiación”. Los israelitas consideraban la sangre de un animal como un símbolo de la vida misma del animal (véase Levítico 17:11). Puesto que la sangre representa la vida, o lo contrario de la muerte, su rociado alrededor del templo actuaba como un detergente. Lavaba simbólicamente el templo de la muerte y la contaminación (el resultado natural del pecado). El resultado final era que la presencia de Dios podía permanecer con el pueblo de Israel.

Estos sacrificios expiatorios eran el medio por el que Dios se encargaba del pecado de los israelitas y proporcionaba un sistema fiable para mantener una relación correcta y justa entre Dios y los humanos pecadores. Este sustituto, por así decirlo, no lo ofrecían los humanos con la esperanza de apaciguar a una deidad volátil e iracunda. ¡Era precisamente lo contrario! En Levítico, este sustituto era proporcionado por Dios mismo.

El simbolismo del sacrificio de animales en la Biblia es una expresión concreta de la justicia y la gracia de Dios. Los sacrificios recordaban a los israelitas la gravedad del pecado y sus consecuencias para los individuos y la comunidad en general. En última instancia, estos sacrificios mostraban a los israelitas lo mucho que Dios quería permanecer en su relación de pacto con ellos. Quería que se convirtieran en el reino de sacerdotes que les había llamado a ser.

Jesús, sacrificio y amor

Si queremos comprender mejor lo que pensaban los antiguos israelitas sobre el sacrificio de animales, debemos leer lo que escribieron al respecto. Y si queremos ver cómo esta práctica aporta una nueva luz al sacrificio de Jesús, debemos recurrir a los escritos de los antiguos israelitas. Afortunadamente para nosotros, 1 Juan nos ofrece una visión de esta antigua práctica y del significado de la muerte de Jesús.

Juan fue un discípulo de Jesús que creció yendo a Jerusalén para la Pascua todos los años y ofreció muchos sacrificios en el templo a lo largo de su vida. También pasó tiempo con Jesús en Galilea y Jerusalén. Y lo que es más significativo, fue uno de los únicos discípulos varones que vio morir a Jesús en la cruz. Cuando reflexionó sobre el significado de la muerte de Jesús y cómo fue un sacrificio por nuestros pecados, no dijo nada sobre la ira de Dios ni sobre cómo quería matar a la gente, sino todo lo contrario. Juan habla de la muerte sacrificial de Jesús como la máxima expresión del amor de Dios.

“En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros”. (1 Juan 4:9-11)

Debemos permitir que Levítico y la historia de Jesús desarmen nuestras ideas distorsionadas sobre el sacrificio de animales y el carácter de Dios. A fin de cuentas, Levítico, al igual que el resto de la historia bíblica, trata sobre el amor de Dios por su buen mundo y su deseo de morar en medio de su pueblo.

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